Tenemos la impresión de que personas mayores de 50 años de edad están redescubriendo las movilizaciones y actos políticos de masas en los días que cursan. Nada más lejos de la realidad. Hay evidencias fílmicas de demostraciones masivas de un compromiso ciudadano, cívico, político y partidista realizadas en el pasado que nadie puede ocultar ni subestimar. Desde la primera elección directa, universal y secreta del siglo pasado donde ganó Rómulo Gallegos, durante la campaña de 1947, fueron magníficos y majestuosos los actos de calle del candidato adeco y, en menor medida, de los restantes aspirantes presidenciales. Más de una década atrás, resultaron multitudinarios los encuentros con el candidato Manuel Rosales y los de Henrique Capriles, opositores que conmovieron a la gente, sin regalos de por medio, como si ocurría con Hugo Chávez quien todavía levantaba entusiasmo entre los suyos, a punta de empleados públicos que ya ni siquiera pestañean cuando Nicolás Maduro los convoca hoy día.
Ha sido tal el nivel amedrentamiento y de represión que cuando la oposición hace un acto que logra reunir de 20 o 50 personas regaditas en un espacio abierto y amplio, número a los cuales se suman los motorizados que no pueden faltar, se califica como una multitud. Esto ocurre, exactamente, igual con los actos del gobierno, que sudan la gota gorda para rellenar sus actividades con empleados públicos y a punta de bolsas de comida y confetis. La avenida Bolívar de Caracas, como también las principalísimas arterias de las más grandes ciudades del país, fue testigo de llenos monumentales realizados por Capriles las dos veces que fue candidato a la presidencia de la República, porque no se trataba de seleccionar al presidente de una junta patronal o de carnavales.
Por muy apartado que viviese un individuo de Cumaná, Puerto Ordaz, San Fernando, Maturín, San Carlos, Mérida, Maracaibo, Coro, Guanare, San Juan o La Guaira, madrugaba y hasta se pagaba el transporte para ver y escuchar al líder político de su preferencia, lo más cerca posible, La mejor demostración de apoyo, era llenar la avenida más larga y más ancha de la capital del estado, porque apenas daba tiempo de pasar por sus adyacencias, pero ahora observamos que los grandes “movimientos de calle”, se limitan únicamente a estacionarse una hora y tantas para que se acerquen los curiosos a ver al líder en Cumanacoa, Moitaco, Achaguas, Caicara, Tinaco, Mucuchíes, Los Puertos de Altagracia, Puerto Cumarebo, Turén, Tucupido, Naiguatá, por mencionar algunas ciudades menos conocidas. Para todo candidato, absolutamente todo candidato a lo que fuere, sea del gobierno o de la oposición, las localidades mencionadas, quizá, no las conozca, ni las ha visitado nunca; sin embargo, ahora las transita para sus mítines relámpagos que despiertan más curiosidad que fervor.
Hoy día la oposición no tiene dinero para la gasolina ni libertad de movimiento para transitar el territorio nacional, como la gente del gobierno. El régimen tiene todas las ventajas para viajar con seguridad y comodidad; sin embargo, muchos de sus líderes son locales y desconocen buena parte de la geografía nacional. Nada curioso resulta que los principales candidatos presidenciales de décadas anteriores, conocían al país no sólo palmo a palmo, sino que tenían décadas recorriéndolo. Esas visitas a las diferentes entidades era parte del trabajo político que comenzaba al momento de decidir incursionar en política; igual ocurría con los dirigentes más locales que conocían, de cabo a rabo, la geografía de su estado o de su municipio.
Hablar de movilización política en estos tiempos es hablar de cambios en la manera de hacerla y hasta de verla. Primero, combatir el temor que ha generado este gobierno durante estos últimos años es parte de la tarea a la que se enfrentan los dirigentes políticos, segundo, la pérdida de organizaciones que recurren a distintos medios como la interacción en redes personales, la realización de acciones o intervenciones para invitar a participar a través de los medios de comunicación convencionales, la difusión de materiales impresos, o, incluso, los contactos puerta a puerta. La facilidad que nos ofrecen las redes sociales y la comunicación es lo que nos ha permito mantenernos a flote en este nivel de desigualdad en el cual nos encontramos. Por eso debemos Insistir, persistir y resistir en que la lucha que estamos realizando, es de todos, que el valor más importante que debemos tener es la Unidad, por lo que es decisivo construirla y mantenerla a toda costa, importante siempre pisando tierra y no soñando.
X, IG: @freddyamarcano