El inigualable talento de un joven oriundo de Guanare resuena en las redes sociales y en La Patilla no dudamos en descubrir de quién se trata. Se llama Jhosttyn Colmenares, ganó el prestigioso Festival de Música Llanera El Silboncito de Oro y ahora trasciende las fronteras musicales al fusionar el folclore venezolano con géneros tan diversos entre los que resaltan el son cubano y el jazz. Su trayectoria, marcada por la enseñanza empírica lo condujo a destacarse como ejecutante en vivo e instructor en la Escuela de Música San Francisco de Asís y la Academia Aula Creativa Musical desde 2021.
Los acordes de su historia tampoco se limitan aquí, pues al ser miembro fundamental del C3 Ensamble, una innovadora agrupación de música experimental, ha llevado el sonido de su instrumento predilecto a territorios inexplorados, desde el rock hasta el merengue dominicano. Ni mucho menos podemos dejar de mencionar la dedicada preparación del criollo de 21 años como solista. A partir de este momento, tienes una invitación a deleitarte en las páginas de un pentagrama que apenas empieza a plasmar las notas de una emocionante melodía: Su vida.
Por: Elizabeth Gutiérrez | lapatilla.com
Desde sus primeros compases, este joven portugueseño demostró un vínculo especial con la música. A diferencia de muchos, su camino no estuvo marcado por un legado familiar de artistas, sino por un amor inocente y genuino donde los sonidos eran los protagonistas.
“Tenía un cuatro artesanal de juguete muy pequeño que no sonaba, pero en mi mente parecía que sonaba un arpa”, confesó. A temprana edad, su imaginación lo transportaba a melodías que solo él podía escuchar, sembrando así la semilla de lo que sería su destino musical.
“Aproximadamente a los 4 o 5 años, me gustaba pretender que el cuatro sonaba como el arpa de la Muerte del Rucio Moro, de Reynaldo Armas”, agregó.
Su verdadera conexión con el arte se materializó cuando, a los 8 años, su padre le regaló un cuatro larense tradicional, un instrumento que se entonaba con el alma de Jhos —como suelen decirle—. Este gesto significó el inicio de un viaje de autodescubrimiento y aprendizaje constante.
El Ateneo Popular de Guanare se convirtió en el escenario donde Jhosttyn cultivó su identidad con el instrumento de cuerda. Entre sus paredes coloniales y su atmósfera pintoresca, como la describió el criollo, encontró inspiración y apoyo incondicional.
El profesor Eleazar Valderrama, con su paciencia y dedicación, jugó un papel fundamental en su formación, guiándolo desde los primeros acordes hasta la conquista de escenarios más grandes.
“Sé bien por experiencia que enseñar a alguien desde cero no es sencillo, y él hizo muy buen trabajo de instrucción, además que me apoyó en las cosas que he aprendido por mi cuenta. (…) Recuerdo que saqué una melodía de una canción muy famosa aquí en Portuguesa, que se llama ‘Pasillaneando’, y cuando se la mostré a mi profesor, no dudó en incluirla en la muestra final. Entonces, ese fue mi primer concierto y directamente ya estaba tocando una melodía que saqué por mi cuenta ahí frente al público. Fue una experiencia muy bonita”, mencionó.
Bajo los reflectores
El Festival de Música Llanera El Silboncito de Oro se convirtió en el trampolín que catapultó a Jhos a la escena musical a los 12 años. Con gran determinación y una dedicación inquebrantable, el cuatrista se preparó intensamente para enfrentar el escrutinio del jurado.
“Suelo ser bastante exigente conmigo mismo, sobre todo cuando tengo presión encima y al enterarme de que iba a haber un jurado y me iban a evaluar la técnica en el festival, adopté una rutina de práctica muy intensa que me hizo mejorar mucho mi técnica en pocos meses”, reveló. El reconocimiento obtenido en este certamen representó un logro personal y al mismo tiempo, el inicio de una trayectoria marcada por el éxito y la admiración.
Las luces de los escenarios, las emisoras de radio y las cámaras de televisión fueron testigos del ascenso meteórico de Jhosttyn en la escena musical. “Siendo un niño de 12 años introvertido que nunca había tenido contacto realmente con los medios, fue una experiencia bastante enriquecedora porque vi cómo funcionaba en ciertas áreas y aprendí muchas cosas nuevas. Conocí gente importante que jugó un papel fundamental en mi vida en los años siguientes”.
Desde aquella participación, la presencia de Colmenares ha sido más que un simple espectáculo, es una experiencia emocionante que conecta a los oyentes con ritmos tan diversos como el son cubano, el merengue dominicano, el rock o, incluso, el jazz. Su integración en la agrupación de música experimental C3 Ensamble selló un hito en su carrera, llevándolo a otro nivel al crear fusiones auténticas.
“Ha sido una vivencia de mucha exigencia, pero a la vez muy enriquecedora. Exigente porque había mucho trabajo de investigación con cosas que no están documentadas para el cuatro venezolano. No hay un libro que te diga cómo tocar esos ritmos latinos, no hay tutoriales, no hay nada, y tenía que adaptar cosas de la guitarra y tomar consejos de mis compañeros”.
Ensamble melodioso
Jhos explicó que el mayor desafío fue explorar nuevas formas de ejecución, al mezclar elementos de la guitarra y la percusión para crear un sonido único que cautivara a todos.
“Además de aprender todos esos ritmos, ejecutarlos en el cuatro, tenía que aprender a tocarlos, hacer los cortes, los obligados, las melodías y cantar al mismo tiempo porque también soy corista en la agrupación. Fue un trabajo abrumador, pero siempre me ayudó a mantenerme en forma en cuanto a la ejecución del cuatro. No podía quedarme atrás porque de lo contrario, no podía tocar una canción con ellos”, añadió.
También comparó el nivel de exigencia de sus proyectos anteriores con el de C3 Ensamble, al destacar la libertad creativa que encontró en otros grupos donde el cuatro no era el protagonista. “Fue una experiencia muy interesante porque cuando me llamaron de otras agrupaciones yo tenía cierto tiempo tocando con C3, un par de añitos. Contaba con cierta experiencia adaptando el cuatro a todos estos géneros, específicamente la música latina y se me hizo bastante sencillo”.
Destacó que mientras en C3, solamente estaba la batería y el resto de la percusión la tenía que hacer él, en las demás agrupaciones resonaban el timbal, la tumbadora, el bongó, y en algunas ocasiones estos tres instrumentos iban acompañados por una batería. “La verdad es que la percusión no estaba floja y no necesitaba mi apoyo. Tenía un trabajo mucho más relajado”, admitió.
El cuatro, para todos los gustos
A pesar de sus compromisos como músico en vivo, Jhosttyn encontró tiempo para compartir conocimientos como instructor de cuatro venezolano y guitarra. La capacidad para equilibrar su carrera como ejecutante con la enseñanza musical es testimonio de la dedicación y pasión por compartir su arte con las generaciones futuras.
“Muchas veces llegué a comentar por los grupos que teníamos para las informaciones de las clases que tendríamos que reprogramar porque tenía concierto, y los alumnos me preguntaban a qué hora iba a ser y dónde, y ellos llegaban hasta el sitio a apoyarme. He tenido la suerte de que se me crucen siempre personas amables y comprensivas”.
El llanero también compartió su visión sobre el papel del cuatro venezolano en la escena musical contemporánea. Para él, el instrumento ha trascendido su etiqueta folclórica y se ha convertido en un vehículo para la expresión global.
“Esto lo ha empezado a hacer C4 Trío. Desde sus inicios hicieron música del mundo con el cuatro venezolano y ellos obviamente no fueron los primeros, pero tuvieron más difusión. Creo que eso es muy importante. Actualmente hay muchos jóvenes, entre los cuales me incluyo, que estamos haciendo música que no necesariamente es venezolana y la estamos haciendo con el cuatro”, detalló.
Consideró que su contribución sería difundir esa manera de tocar de acuerdo con lo que ha experimentado a través del cuatro. “Tal vez ayudar a aquellos que también quieren aprender, ir por ese camino”, acotó.
Un legado que se expande
Y es que no hay duda de que busca contagiar su pasión, por ello mantiene su dedicación a enseñar a jóvenes de su comunidad, alentándolos a trascender las fronteras musicales y abrazar la diversidad de géneros.
“Me he dado cuenta de que muchos niños en Guanare quieren aprender a tocar cuatro y no solamente música venezolana, sino también cualquier otro género (…) Eso contribuye también a la globalización del instrumento, tal vez no sea tan popular como la guitarra o incluso que el ukelele, pero sube un poco más en cuanto a popularidad”.
En este sentido, su consejo para los aspirantes a músicos es claro: “No se limiten ni se dejen limitar. No se queden en su zona de confort y sigan explorando el cuatro”.
Al reflexionar sobre su propio crecimiento musical, Colmenares reconoció la influencia de aquellos que han compartido su viaje. Desde sus mentores hasta sus compañeros de ensamble, cada encuentro ha dejado un granito de arena en la formación de su trayectoria.
“Considero que todos los músicos con los que he tocado han dejado su marca, algunos más que otros. Y todo empieza desde mis profesores Eleazar y Luis Guillermo. Luego, los músicos con los que compartí en la orquesta, mis compañeros de Ensamble, creo que la mayor marca me la dejaron ellos en mi estilo porque la manera de acoplarnos juntos siempre fue un estudio que duró años”.
Asimismo, sumó a su lista a Carlos Escalona, Francisco Ballester, Jesús Escalona, los tres excelentes músicos que contribuyeron en la preparación de Jhos mediante diferentes áreas de la música, en percusión, armonía y teoría. “Elis Nahum, también miembro de la agrupación que me dejó mucho aprendizaje en cuanto al canto. Creo que ellos han sido de los que más han aportado a mi estilo porque los conocí cuando lo estaba desarrollando”, añadió.
A su propio ritmo
El mundo de la música tampoco escapa de los retos, pero Jhosttyn se mantiene enfocado y no se ha dejado intimidar por las exigencias. “Muchas veces en campos en los que no tengo tanta experiencia o no tengo mucho conocimiento, y en estos casos para superarlo siempre he tenido el apoyo de algún amigo”, dijo.
En las calles de Guanare, donde la solidaridad entre músicos es palpable, este joven ha hallado consuelo y fortaleza con mucha gratitud. “Hay un sentimiento de hermandad entre todos y siempre hay alguien en quien confiar y con quien contar. El apoyo de mis amigos ha sido muy importante para superar bastantes cosas”.
Mientras domina el arte del cuatro y la guitarra, este portugueseño curioso y creativo, no descarta la idea de expandir su repertorio con otros instrumentos. Su inclinación por la versatilidad lo ha llevado a explorar el arpa, la bandola y la mandolina, aunque confesó no dominarlos por completo. Sin embargo, un instrumento en particular captura su atención: la tumbadora.
“Tal vez por el mismo trabajo de investigación que tuve con C3 Ensamble y siempre tuve que guiarme por lo que hacía la tumbadora y terminé bastante interesado en aprender este instrumento”.
Cuando le preguntamos a Colmenares sobre sus proyectos futuros, respondió con una visión llena de esperanza. Aseguró que tras años de colaboraciones musicales, anhela priorizar su carrera como solista y compartir su arte con el mundo, aunque mantiene las puertas abiertas a otros trabajos.
“No estoy cerrado a la posibilidad de formar un nuevo proyecto con algún amigo conocido o por conocer”, puntualizó.