Pensar que María Corina Machado es Chávez, más allá de la ironía que encierra la semejanza, puede resultar tentador para quienes les gusta hacer comparaciones políticas, pero también un error y una decepción para quienes confían ciegamente en qué la fuerza y la emblemática figura de María Corina, quién ha venido luchando a brazo partido contra el chavismo durante lo que va de siglo, es suficiente para qué su elegida Corina Yoris llegue a Miraflores. Si la oposición venezolana tenía algún chance de ganar una elección presidencial era precisamente en el 2013 cuando Chávez no participaba como candidato, no obstante que su presencia fuese permanente e impregnase por completo la campaña electoral. Sin embargo, como ya sabemos, los resultados de aquel mes de abril le dieron la victoria al candidato de Chávez por una diferencia de unos trescientos mil votos.
Los tres meses y medio que faltan para las elecciones parecen cortos para que María Corina recorra el país, algo que ha hecho innumerables veces, y le explique a los venezolanos y sobre todo los convenza, de que votar por la candidata Corina Yoris es lo mismo que si votarán por ella, pero pudieran resultar muy largos para que la campaña oficialista haga énfasis en las diferencias existentes entre las dos Corinas y ,por ende, en qué la identidad del voto transferido pierda su significado, o lo que es lo mismo, que se rompa, y la unidad alrededor de la nueva candidata se debilite.
En el 2012 la apuesta de Chávez, que podía lucir atrevida, era más lógica que otra cosa y de bajo riesgo, en razón de que venía de ganar una elección para un tercer periodo, gozaba de gran popularidad, y esa era la única vía para intentar asegurar que su legado político prosiguiera. Hoy, doce años después, la apuesta de María Corina en circunstancias muy diferentes corre no solo el riesgo de perder al enfrentarse una vez más al poder del Estado y de los incontables recursos técnicos, económicos y políticos del gobierno, tal como ocurrió en el 2013, en el 2012, en el 2006, y en el año 2000, sino además de que el gobierno de Maduro, que hasta ahora ha venido siendo desconocido por muchos países de la Unión Europea, así como de los Estados Unidos y de otros países de América, adquiera legitimidad plena y continuidad. Y es que sin María Corina como candidata las posibilidades de la oposición unitaria de ganar la presidencia el próximo mes de julio se reducen y las de Maduro aumentan.
Paradójicamente, el gobierno no las tiene todas consigo y teme que la popularidad de María Corina entre los votantes y su empuje electoral se mantenga y se transmita a la otra Corina. Un temor que en el fondo tiene una raíz más profunda como lo sería el hecho de que esta sea la primera vez, en realidad, que Maduro participa en unas elecciones sin el apoyo de su mentor o de su sombra protectora, cada vez más difuminada, pues las del 2013 quien las ganó fue Chávez, y en las siguientes, desconocidas internacionalmente, se lanzó al ruedo sin un oponente real. Temor que abre la puerta a la posibilidad de que se repita un escenario similar al del 2018 con consecuencias que ilegitimen su triunfo, sobre todo, si la sustituta de María Corina, Corina Yoris, también es “imposibilitada” al no permitirle que inscriba su candidatura en el registro electoral, hecho que a las nueve de la noche de este lunes 25 de marzo, ultimo día, cuando termino de escribir este artículo todavía no se ha producido.