En la mesa de los cristianos más fieles a las tradiciones católicas, el viernes 29 de marzo faltará la carne. No solamente por los altos precios, sino más bien por la llegada de la Semana Santa, un período en el que la comunidad cristiana decide no comer carne y se inclina por los mariscos y los pescados. Comúnmente, el día en que la ingesta de carne se omite es el Viernes Santo, pero hay quienes prefieren quitar a este alimento del menú semanal mientras perdure el ciclo de domingo a domingo.
En ningún pasaje de la Biblia se alude directamente a esta prohibición, pero debido a que en Semana Santa, que comienza el domingo de Ramos y culmina el domingo de Resurrección, se celebra la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, se instauró una tradición que simula la honra a la penitencia del hijo de Dios, que pasó 40 días en el desierto en ayuno. Se la interpreta como una jornada de penitencia, una vía para unificar un ritual. Comer o no comer carne es una decisión individual, que no representa en sí un pecado. El consejo de la iglesia es la abstinencia.
“La primera parte del Evangelio según San Mateo relata como Cristo pasó cuarenta días en el desierto y durante ese tiempo no pasó por sus labios ni bebida ni alimento. No cabe duda de que esta penitencia del Dios-hombre no solo era expiatoria sino también ejemplar. Si bien es cierto que Cristo no definió explícitamente los días ni las semanas en que sus seguidores estaban obligados a ayunar y abstenerse, al mismo tiempo su ejemplo acompañado de su respuesta a los discípulos del Bautista es una evidencia de que en el futuro sus seguidores se encontrarían sujetos a reglas por las cuales ayunarían”, puede leerse en la seminal Enciclopedia Católica.
¿Qué no se puede comer durante Semana Santa?
No comer carne roja o blanca sería, bajo los preceptos cristianos, un acto de purificación que representa el sacrificio de Cristo, un homenaje a su gesta de haber ayunado durante cuarenta días antes de los hechos que desencadenaron en su resurrección. La carne fue seleccionada por su carácter suntuoso y hay quienes la asocian a la lujuria. “La idea detrás de esta práctica que mi sacrificio se convierta en un gesto de caridad, entonces aquello de lo que me privo, el precio que me costaría comprarlo, destinar ese dinero a la limosna, o comprarle algo a quien lo necesite. Que esa abstinencia, además de ser un acto religioso, hable de cómo se despierta mi corazón ante la realidad de los otros”, afirmó el padre Javier Klajner, del Santuario de Nuestra Señora que Desata los Nudos.
La carne, entonces, es apenas un símbolo. Los cristianos pueden privarse en realidad de cualquier otra comida que les guste mucho. El foco debería estar puesto en el espíritu del hecho y no en el sentido culinario. “No importa tanto si se come carne específicamente, lo importante es la actitud estar haciendo algo que implica una ruptura con lo ordinario, para pensar un poco más en las realidades espirituales, a la dedicación de cosas más importantes”, dijo Roberto Bosca, especialista religioso y director académico del CUDES (Instituto de Cultura del Centro Universitario de Estudios).
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