Las crisis de Venezuela siempre son crisis nacionales y regionales. Incluso en los momentos de aislamiento internacional más profundo, las decisiones de Nicolás Maduro han tenido repercusión más allá de sus fronteras. Venezuela es un arma arrojadiza que usan la ultraderecha y los sectores más cínicos de la derecha, en las dos orillas del Atlántico, para atacar a sus adversarios de posiciones progresistas. Pero al mismo tiempo es motivo de inquietud para los Gobiernos de izquierdas que llevan años observando la deriva del chavismo. El caótico y opaco proceso de inscripción de candidatos a las elecciones presidenciales del 28 de julio es el enésimo ejemplo de ello.
Primero, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia informó la semana pasada de que el presidente, Gustavo Petro, y el canciller, Luis Gilberto Murillo, trataron de mediar entre las partes. El Gobierno manifestó, a través de un comunicado que corrió como la pólvora en X, “la necesidad de un proceso electoral presidencial libre, justo y competitivo”. Esto es, justo lo contrario de lo que sucedió en los anteriores comicios, en 2018. “Colombia expresa su preocupación por los recientes acontecimientos acaecidos con ocasión de la inscripción de algunas candidaturas presidenciales, particularmente en lo relativo a las dificultades que enfrentaron sectores mayoritarios de oposición”, continuaba la nota de Cancillería, haciendo referencia explícita a la Plataforma Unitaria Democrática y al Movimiento Vente Venezuela, liderado por María Corina Machado.
La dirigente opositora está inhabilitada para ejercer cargos públicos, pero el Centro Nacional Electoral (CNE) no permitió tampoco el registro de su sustituta. Sí pudieron postularse otros opositores, entre ellos Edmundo González Urrutia, reconocido por la alianza de Machado, o Manuel Rosales. “Alerto a los venezolanos y al mundo de la maniobra en marcha para impedir la inscripción en el CNE de la candidata de toda la unidad democrática de Venezuela, Corina Yoris”, denunció la política.
La inscripción de candidaturas provocó incluso un encontronazo entre Petro, quien desde que llegó al poder en 2022 trabajó por tender puentes con Caracas, y Maduro. “No hay izquierda cobarde”, escribió el presidente colombiano. “Hay la probabilidad de, a través de profundizar la democracia, cambiar el mundo. La magia de Chávez fue proponer democracia y cambio del mundo”. La idealización del exmandatario venezolano fallecido en 2013 no es una novedad, pero sí es significativo que se evoque para marcar distancias con su sucesor. Petro citaba otro mensaje del activista opositor Alberto Rodríguez, que a su vez recogía que Maduro acusa a Vente Venezuela de ser un “movimiento terrorista” y que tanto Gobiernos de derecha como la que calificó de “izquierda cobarde” no rechazan los supuestos intentos de magnicidio en su contra.
En enero, las autoridades venezolanas denunciaron cinco presuntos planes para asesinar a Maduro. Las acusaciones bastaron para que las fuerzas policiales y los servicios de inteligencia endurecieran la represión contra las voces críticas. Y el comienzo del calendario electoral costó al Gobierno de Caracas críticas de Estados Unidos y de la Unión Europea, pero Petro no fue el único presidente progresista en rechazar el procedimiento de registro de candidaturas. Las advertencias que llegan desde Santiago de Chile son constantes. Y a Gabriel Boric se sumaron en esta ocasión también el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el de Guatemala, Bernardo Arévalo.
“No quiero nada mejor ni peor para Venezuela, quiero que sean unas elecciones como en Brasil, que participe todo el que quiera. Quien pierde llora, quien gana ríe y la democracia sigue”, dijo Lula durante la visita de su homólogo francés, Emmanuel Macron. El mandatario calificó de “grave” lo sucedido con la sustituta de Machado y recalcó que su eliminación no tiene explicación jurídica. Arévalo, que asumió el cargo en enero en el país centroamericano y ha emprendido una batalla sin cuartel contra la corrupción, afirmó que “el bloqueo constante a la candidatura unitaria de la oposición ante el acoso y persecución del oficialismo consolida un sistema antidemocrático”.