En la vida de Elon Musk no todo fue color de rosa. Dicen que, para conocer el paraíso, primero hay que pasear por el infierno. Y el innovador empresario tecnológico tuvo un período oscuro en el que descendió a las tinieblas, que duró dieciocho meses.
Por Infobae
Tanto en lo profesional como en lo emocional, el creador de Tesla, SpaceX y Neuralink sufrió el momento más infernal de su vida desde el verano de 2017 hasta el otoño de 2018. Musk estaba devastado por dos hechos tortuosos en su vida. Por un lado, la ruptura con la actriz Amber Heard; por otro, su padre, Errol, le había dado la noticia de que había tenido un hijo con la mujer a quien había criado como hijastra.
“Fue la época de mayor concentración de dolor que he tenido nunca”, confesó el genio tecnológico en su biografía, Elon Musk, del escritor Walter Isaacson. Y siguió: “Dieciocho meses de locura incesante. Un sufrimiento aturdidor”.
El paseo por el infierno de Musk era un cóctel que oscilaba entre “periodos de depresión, estado de shock, aturdimiento y energía desbordante”, según cuenta el libro. Pero había más: a Elon también le daban bajones enormes que lo llevaban a “la catatonia y a la parálisis depresiva”.
Durante esos meses, el comportamiento de Musk era similar al de un interruptor. De pronto, como si estuviera accionado por un botón se volvía a animar y “a ver viejos sketches de debates locos y andares tontainas de los Monty Python y prorrumpía en su tartamudeo de risotadas”, cuenta Isaacson.
Jon McNeill, que entonces era el presidente de Tesla, recuerda cómo encontró a Elon a finales de 2017, antes de dar el informe de resultados de la empresa ante analistas de Wall Street: tumbado en el suelo de la sala de juntas con la luz apagada. Musk le dijo que no podía hacerlo.
Para leer la nota completa, aquí