Este año se conmemoran 116 años del natalicio de Rómulo Betancourt y 68 [1956] de la edición de su regia obra: Venezuela, política y petróleo. La oportunidad es buena para hacer un ejercicio reflexivo sobre el papel del petróleo en la política, en el marco de una coyuntura histórica oscura, donde lo electoral no luce suficiente para alcanzar el retorno de la democracia y la paz […]paz que jamás es autoritaria porque no sería paz.
El chinche de sembrar el petróleo. Con mis hijos…no te metas.
Pongamos las cosas en contexto. Decir que por culpa del petróleo Venezuela dejó de ser un país solvente, sea agrícola, pecuario, tecnológico, industrioso, comunicacional, financiero o urbano, es temerario. Rómulo Betancourt supo anticipar este cliché propio de la narrativa pro-autoritaria que, desde los tiempos de Gómez, intentaba ocultar los estragos de una economía feudal, por causa de la economía petrolera. Betancourt alegaba “que insistir en aquello significaba seguirle el juego a los defensores póstumos del gomecismo quienes liberaban de culpa al gobierno del fallecido Jefe Único, por el desacertado manejo de la grave crisis que venía aquejando al sector agrícola desde mucho antes del estallido de la gran depresión en 1929”. Para Betancourt, “Venezuela venía arrastrando una crisis crónica que vino a acentuarse durante el régimen dictatorial de Gómez, debido a la persistencia de un anticuado sistema de producción latifundista, caracterizado por la concentración de la tierra en pocas manos, métodos de cultivo anticuados y el mal aprovechamiento de las aguas para el regadío agrícola”. El petróleo, en su opinión, “sólo vino a dejar al descubierto un terrible mal olímpicamente ignorado por los personeros oficiales. Más que culpable de la ruina del campo, el codiciado mineral le dio la estocada final a un estado de cosas que no resistía más la inserción de los nuevos tiempos”.
La revolución industrial había pasado casi inadvertida por Venezuela. Apenas la humareda de los ferrocarriles construidos por el guzmanato y algunas máquinas de poca monta, eran presentadas como símbolos inequívocos de un proceso modernizador que fluiría por sí sólo, gracias al apoyo del torrente de capitales ingleses y alemanes dispuestos a rendir frutos en esta parte del mundo […] Haciendo mofa de aquellas expresiones chapuceras, Betancourt rebate precisando “que si en lugar de haber destinado aquel primer boom petrolero a llenar los bolsillos de los acólitos de turno y a mantener operativo el Estado controlado por Gómez, se hubiese utilizado [aquella súbita riqueza instrumental] para apalancar la economía campesina, distribuyendo su benéfica renta entre toda la población, otro destino se habría escrito para la dinámica productiva del país”.
Estas reflexiones de Betancourt calzan al dedo con la historia patria reciente. Si el Presidente Chávez no hubiese destinado la mayor renta petrolera que ha recibido Venezuela en su historia a un populismo irredento a lo interno, a sus camarillas y a una política de subsidio externa plagada de coleópteros, hoy Venezuela sería la Suiza del continente. Bueno acotar que fuimos el país más rico de Sur América [2011-13.000 US$ pp] y el más pobre [2023-1.340 US$ pp]. Esa ha sido la verdadera guerra económica que devastó el país.
A quiénes hablan de las sanciones como factor de depresión económica, Betancourt les hubiese respondido: son los defensores póstumos de un chavismo demoledor, quienes buscan liberar al fallecido jefe único de una economía confiscatoria, de una responsabilidad ineludible. La tecnología, las comunicaciones, la educación, el trabajo y la industria; el internet de las cosas; puentes y ferrocarriles que quedaron en las arcas de Odebrecht y en los bolsillos de alacranes; nuestro oro, nuestro petróleo, más satélites perdidos en el espacio; nuestro desarrollo y futuro, se desfalcaron en derroche, dádivas y cohecho conductor de la pobreza, desigualdad y crisis humanitaria más extrema.
Si a lo anterior le agregamos que Venezuela todavía obsequia un 10% de su disminuida protección petrolera [calculada en 700 mbd] a Cuba y el Caribe, el crimen patrimonial, es insólito. Acabaron con el cono monetario, las reservas del BCV y la capacidad industrial instalada. La agricultura quedó transformada en un inmenso desierto rojo, sin planificación ni campesinos, peor que en los tiempos de Gómez. Convirtieron a Venezuela en un país de economía de puerto, donde la “independencia alimentaria”, quedó reducida a bolsas CLAP. Hoy pensionados y jubilados venezolanos, hacen colas de horas para recibir una taza de arroz, un par de pollos y un trozo de carne. Esa es la economía revolucionaria, esa es su visión de poder.
De nada hubiese servido “sembrar el petróleo”. Ahí están los índices de construcción, industrialización, movilización social, masificación educativa y hospitalaria que registró el país en 4 décadas de gobiernos progresistas, que en medio de sus dificultades y errores, llevaron a PDVSA ser la primera empresa petrolera del mundo; construir más universidades, carreteras y hospitales que cualquier otro país en la región, represas y centros generadores de energía y electricidad suficientes hasta para exportar, tecnología de punta y comunicaciones a nivel de países desarrollados y un respeto de nuestro derechos civiles y políticos, donde el voto, la justicia; la Asamblea Nacional, los grupos de interés, la academia, las FFAA, la iglesia, permitieron la elección de Chávez presidente [no inhabilitado], elegir una constituyente [no prevista en la constitución de 1961], votar una nueva constitución [militarista y reglamentaria] y “relegitimar” poderes públicos con un ventajismo nauseabundo.
El 11A-2002 [que cumplió 22 años], fue un levantamiento masivo de esa Venezuela que gritaba al mundo, “con mis hijos, con mi negocio, con mi petróleo y con mi libertad, no te metas”. Lamentablemente esa hermosa demostración de defensa ciudadana quedó fulminada por una reprochable desagregación política, que le permitió “al buen salvaje y buen revolucionario” [dixit Carlos Rángel] regresar con crucifijo en mano. Prohibido olvidar.
Cómo estamos y hacia dónde vamos.
El Acuerdo de Barbados marcó una ruta electoral. Elecciones justas, transparentes y verificables de los legítimos representantes de candidatos de oposición y de los partidos políticos legítimamente representados por sus dirigentes. Nada de ello se ha cumplido.
Revisando el último informe de coyuntura económica de la UCAB, vemos algunos datos que son buenos cruzarlos con lo político. En lo petrolero, “se estima que el precio promedio del Brent durante el primer trimestre ha sido de $/b 82,7 y que tenderá a descender en el resto del año, para ubicarse en un promedio anual de $/b 82,4 […] Para 2024 se proyecta una tasa de crecimiento [Venezuela] del PIB total de 4,5%, por encima del 1,3% que se registró para 2023. Si dicho crecimiento se hiciera efectivo, el tamaño de la economía este año sería similar a la que ya había alcanzado en 1969 o la de El Salvador de hoy.
En este escenario es fundamental para el régimen cumplir con los acuerdos políticos. Las posibilidades de expansión económica en Venezuela no sólo dependen de la movilidad eficaz y competitiva de la producción y ampliación del mercado petrolero, sino del retorno de las capacidades de inversión, producción y distribución del sector privado. “Aproximadamente el 50% del crecimiento del PIB este año estaría explicado por la expansión de la actividad petrolera que podría crecer a una tasa superior al 16%”.
En otras palabras, sin producción petrolera, no habrá expansión. Chevron no puede atender las expectativas de mejoramiento de la explotación petrolera para generar un repunte económico en el país. Pero sin elecciones libres no hay cumplimiento político, sin cumplimiento político siguen las sanciones, con las sanciones se afecta la expansión petrolera y sin expansión petrolera no hay mejoramiento del PIB, por lo que el país seguirá estancado. ¿Quién es el responsable? ¿Las sanciones? ¿El modelo? ¿María Corina?
Es verdad que la variable económica no ha sido la variable dependiente para causar el quiebre de la coalición dominante. Sin embargo, no es una constante desestimable. El informe de coyuntura [UCAB] identifica que “como primer factor de impacto en la producción (76%), el cobro de excesivos tributos, desplazando la falta de financiamiento y la baja demanda al segundo y tercer puesto respectivamente”. Los sectores productivos [privados] defienden el levantamiento de sanciones, pero también piden eliminar la acción voraz del Estado. Entonces lo electoral trasciende en la medida que produzca un verdadero cambio del modelo de poder. La coexistencia con un Estado de Terror-vigilante y mordaz, no es transición. ¿Qué actor garantiza ese cambio?
Veamos la realidad laboral del país. “El año pasado, de los 20,5 millones de habitantes en edad laboral sólo el 54% estaba ocupado (11 millones). De los ocupados, el número de los empleados asalariados bajo dependencia se redujo 5%. Los empleos públicos se redujeron a 2,2 millones de puestos de trabajo, mientras que los empleos asalariados en el sector privado se ubican en 2.8 millones aprox”.
Venezuela es un país desempleado. Las personas que no participan en el mercado laboral venezolano se dedican a los quehaceres del hogar (40%), al retiro (jubilados y pensionados 29%) y a estudiar exclusivamente (20%). Todas las reservas de petróleo no serían suficientes mientras un Estado insaciable y de terror siga vigente. El pasado 15 de marzo se cumplieron dos años desde el último incremento del salario mínimo mediante un decreto presidencial. El monto vigente del salario mínimo nominal es de Bs 130, que inicialmente representaban 30$, pero que es equivalente a 3,6$/mes en los últimos seis meses. El 65% y el 75% del total de ocupados en Venezuela trabaja bajo condiciones de informalidad. Según los parámetros de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) no cuentan con un trabajo decente.
Nada de estos índices hacen suponer que el futuro mejorará en Venezuela si no vamos a una transición que no es sólo política, sino económica, actitudinal, republicana, ciudadana ¡y ética! Betancourt advirtió en 1956: “Los gobernantes venezolanos de 1946 estábamos –y estamos– convencidos, que nuestro país no puede saltar la etapa de desarrollo capitalista de su economía. El estado que atravesamos reclamaba una transformación nacional-revolucionaria y no una ajustada a modelos socialista o comunista”. Y Betancourt tuvo claro que esa visión había que pactarla.
De la pobreza a la riqueza material, espiritual y humana
Venezuela regresó a niveles de retroceso económico, social y político, peores a los vividos durante la dictadura de Juan Vicente Gómez. La solución comienza por elecciones libres conductoras de un nuevo modelo de poder. Participar en la contienda electoral demanda condiciones al derecho de elegir. Sin garantías electorales no habrá cambio real.
Lograr un pacto de unidad-en medio de los obstáculos-hace necesario un pacto previo de co-gobernabilidad que se haga público; que abrace visiblemente una transición del Estado-gobierno miliciano al Estado democrático y liberal; un proceso de reinstitucionalización basado en un proyecto-país industrioso donde el petróleo sea el arco estratégico de la modernidad, la felicidad y el regreso a casa.
María Corina garantiza una transición real, profunda, estructural. También está persuadida que debe garantizar la paz ciudadana, que no es la paz que se dobla por la paz autoritaria, sino una paz duradera por estar fundamentada en la justicia, la palabra empeñada y la prosperidad de la gente.
Betancourt a lo largo de su trajín político y a la luz de las lecturas de diversos autores, (Hegel, Marx y Engels), alertó: “Fue operándose en nuestras conciencias un proceso de esclarecimiento ideológico. Comenzamos a darnos cuenta de cómo Gómez era algo más que un déspota nacional: era el instrumento y el vehículo para el control férreo de la economía venezolana, aliado y siervo de poderosos intereses extranjeros”. Betancourt pactó con Jóvito y Caldera romper con el yo-esclavo, romper las cadenas de una ideología instrumental, déspota y servil. Ahora toca hacerlo.
María Corina y Rosales pueden ponerse de acuerdo, pero antes deben firmar frente al país, un pacto de reconstrucción, cogobierno y emancipación ideológica, instrumental e histórica. Con pragmatismo puro y duro no trasciende lo útil, lo bueno y lo necesario, donde lo bueno es la libertad, la paz y la prosperidad y lo malo es seguir atados a un instrumento, a un vehículo, para el control férreo de la economía venezolana, aliado y siervo de poderosos intereses extranjeros e ideológicos.
@ovierablanco