La escena, contada por su propia protagonista, transcurre un domingo de diciembre de 1963 a mediodía en el comedor de la casa de una típica familia de clase media de Columbus, Ohio. La madre, Geraldine -a quien todos llaman “Jerrie”– acaba de servir el almuerzo, plato por plato, a su marido, Russell, y a sus tres hijos. La conversación parece calcada a la de otros domingos, cuando la familia se pone al día sobre la semana de cada uno de sus miembros e inevitablemente cae en el sopor de la rutina. Pero ese día algo dentro de Jerrie explota y sale disparado de su boca en una frase que suena como una patada que voltea la mesa familiar.
Por infobae.com
-Estoy aburrida, Russell, si tengo que lavar un plato más exploto… Necesito hacer algo distinto – dice mirando a su marido.
-Entonces subite al avión y da la vuelta al mundo, así te entretenés – atina a decirle Russell en tono de broma.
Pero la respuesta de Jerrie no tiene nada de chiste:
-Dale, lo voy a hacer.
Cuando ocurrió este diálogo, Geraldine “Jerrie” Fredritz Mock tenía 38 años y hacía casi veinte que había dejado su promisoria carrera de ingeniería aeronáutica para casarse con su compañero de estudios Russell y formar una familia. Como solía suceder en esos tiempos, mientras Jerrie se convertía en ama de casa y madre dedicada a cuidar a los hijos que iban llegando, Russell continuó sus estudios, se recibió y fue forjando una carrera profesional que les permitía a todos llevar una vida acomodada. Y también aburrida, por lo menos para Jerrie.
El avión al que se refería Russell era por entonces casi la única diversión que compartía la pareja. Se trataba de un Cessna 180 Skywagon monomotor de cuatro plazas, de once años de antigüedad, en el que solían hacer vuelos cortos para mirar la ciudad desde las alturas. Lo habían bautizado “Spirit of Columbus”, en honor a la ciudad donde vivían, pero preferían referirse a él como “Charlie”.
La respuesta de Jerrie era tan serie que cuatro meses después de esa conversación se subió al Cessna y se convirtió en la primera mujer en dar la vuelta al mundo completamente sola en un avión. Despegó el 19 de marzo de 1964 desde el aeropuerto de Port Columbus y recorrió 36.000 kilómetros en un viaje que duró 29 días, 11 horas y 59 minutos hasta que el 17 de abril aterrizó en el mismo lugar desde el que había partido. Cuando se bajó del Cessna, decenas de fotógrafos y periodistas corrieron hacia ella.
-¿Por qué lo hizo? – le preguntó uno.
-Yo solo quería divertirme un poco en mi avión- contestó Jerrie con sencillez, como si ignorara que acababa de marcar un hito de la historia de la aviación mundial.
Pasión por los aviones
Geraldine Lois Fredritz nació el 22 de noviembre de 1925 en Newark, Ohio, y fue su padre, directivo de una planta de energía, quien le despertó la ambición de volar cuando solo tenía 7 años y la llevó, en un paseo de fin de semana, a hacer un vuelo de bautismo en un trimotor de un aeroclub local. “Fue tan lindo mirar las casas desde arriba, que decidí que esa sería mi manera de ver el mundo. Ahí nomás les anuncié a mis padres que iba a ser piloto”, contaría Jerrie muchos años después.
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