Anthony Rondón se desempeñaba como oficial de la Guardia Nacional en Venezuela, pero abrumado por la crisis se vio obligado a desertar. Con solo 50 dólares en el bolsillo y un sueño en mente, hace cinco años emprendió un viaje que lo condujo desde las áridas calles de El Tigre, hacia un futuro incierto en tierras extranjeras. Su travesía inició al cruzar la frontera rumbo a Colombia donde recibió una llamada que cambió drásticamente sus planes.
El destino lo forzó a trasladarse a Perú, donde le tocó dormir en la calle y enfrentó la hostilidad de la xenofobia. Sin embargo, la valentía y determinación lo llevó a cruzar más de 5 mil kilómetros y la peligrosa selva del Darién, hasta Estados Unidos. Después de superar obstáculos, aún sigue en la búsqueda del sustento para su familia. Ahora, es el venezolano que se pasea en las calles de Nueva York y es viral en redes gracias a la venta de su producto estrella: la chicha criolla.
Por: Elizabeth Gutiérrez | lapatilla.com
La vida de Anthony cambió hace 5 años cuando tomó la valiente decisión de dejar atrás su uniforme militar para conseguir una mejor estabilidad. Es así como, con más voluntad que dinero, emprendió hacia un nuevo destino.
“Salí de Venezuela en el 2019 solo con 50 dólares hacia Bogotá, Colombia”, reveló Rondón a La Patilla. “Al llegar a Cúcuta, la persona que me iba a recibir me llamó y dijo que no me podría recibir y decidí emprender mi camino hacia Perú, lo cual fue difícil”. Su relato cuenta el inicio de una travesía que comenzó plagada de obstáculos, donde el hambre y el frío se convirtieron en compañeros de ruta.
La ruta a un sueño
Con ingenio y perseverancia, Rondón se las ingenió para convertir la adversidad en una oportunidad. Tras dormir durante varios días en la calle consiguió una fuente de ingreso oportuno.
“Gracias a Dios, logré trabajar con un peruano de albañilería y pude alquilar una habitación sin nada, solo la habitación”, compartió. “Dormí en el piso hasta que logré comprar una cama a los dos meses”. Pero su espíritu emprendedor no conocía límites. Se armó de perseverancia hasta reunir los recursos necesarios para reencontrarse con su familia y fundar su propio negocio de chicha venezolana en Lima.
Sin embargo, la trayectoria como migrante aún le deparaba desafíos inesperados. “Tenía 12 puestos de chicha, pero me fui en quiebra por la pandemia”, confesó este criollo anzoatiguense. “Fue difícil, mi esposa estaba embarazada de mi hijo pequeño. Él nació en Lima y fui víctima de mucha xenofobia de parte de algunos ciudadanos peruanos”.
Y a pesar de las dificultades, su determinación nunca flaqueó. Después de dejar atrás la sombra del pasado, Rondón encontró en Estados Unidos un nuevo camino.
“Decidí migrar hacia Estados Unidos porque no me sentía seguro en ese país ya que soy perseguido”, explicó. “Deserté de la Guardia Nacional porque me cansó todo lo que estaba y está pasando en Venezuela. Tomé la decisión de renunciar a la mala ya que no aceptaron mi baja, y tuve que salir de mi país Venezuela y aquí en este país me siento más seguro. No tanto para mí sino también pensando en mi familia”.
Pero la visión de Rondón nunca se detuvo y llevó su exitoso emprendimiento por la chicha venezolana a la Gran Manzana. “La idea ya venía conmigo desde Perú”, expresó. “La meta es crecer como empresario, generar muchos empleos más y aportar a este país que me dio la oportunidad de estar aquí”.
“Estrella de Oriente”
El sabor de Venezuela se convirtió en el estandarte de Anthony por las calles de Nueva York. La chicha venezolana, es un elixir que invadió los corazones y paladares de neoyorquinos y latinos por igual. El secreto: simplemente ponerle una pizca de aquello que nos hace únicos en el mundo.
“Yo digo que para mí la hace especial porque hago este producto con amor y pasión”, declaró Rondón. Su chicha, elaborada mediante una receta tradicional a base de pasta y un toque personal es una expresión de su dedicación y su compromiso con la excelencia.
“Las personas, de todos los países que la han probado, siempre compran una porque dicen que es algo nuevo y muy rico”, compartió el joven oriental. Cada sorbo de su chicha se convierte en un viaje sensorial que transporta a los consumidores a los populares rincones de Venezuela, donde el aroma de la canela y la dulzura de la leche condensada se entrelazan en una delicia sin igual.
No obstante, el camino hacia el éxito está pavimentado de mucho esfuerzo y sacrificio. “El día a día es fuerte porque trabajar en la calle siempre es difícil”, admitió. Desde el amanecer hasta la madrugada, se esfuerza por llevar su producto a cada área de “la ciudad que nunca duerme”, al enfrentar obstáculos abrazado a una determinación inquebrantable.
“Recorro alrededor de 18 cuadras hasta el lugar donde vendo la chicha, y cuando regreso, también lo hago caminando. Termino como a las 6 o 7 de la noche y luego tengo que elaborar la chicha, que es un proceso complicado (…) Me acuesto como a las 3:00 de la mañana para levantarme temprano. Llevamos a los niños al colegio y de ahí salimos como a las 10:00 de la mañana para hacer la misma ruta de todos los días”, señaló.
Los clientes de Anthony se llevan una sorpresa al descubrir que a la chicha también se le pueden añadir una variedad de toppings, desde el irresistible sabor de las galletas Oreo hasta el tentador sirope de chocolate. “A mí me parece bien solo esos toppings porque la chicha original solo es leche condensada y canela”, opinó.
Pasos hacia el futuro
Aunque actualmente se encuentra en El Bronx, este criollo sueña con grandes planes para el futuro. “Quiero expandirme por toda la ciudad”, afirmó con firmeza. Pero antes de alcanzar nuevas metas, se asegura de cumplir con todas las regulaciones y permisos necesarios para contribuir así con la economía del país que le abrió las puertas.
Anthony Rondón no se conforma con lo logrado hasta ahora, pues proyecta expandir su negocio y llevar el sabor de Venezuela a cada rincón de Nueva York. “Quiero montar una distribuidora de chicha venezolana”, reveló. “Para que todos puedan disfrutar de este producto lácteo con todos sus conservantes, en cualquier supermercado y tienda”, continuó.
El joven de 26 años, un emprendedor singular, mencionó que todavía lucha por dominar el nuevo idioma. Aun así, mantiene el coraje que lo impulsa a prepararse más para desenvolverse en su entorno. “El mayor desafío que he enfrentado es el inglés. Se me ha hecho un poco difícil pero poco a poco iré mejorando”.
Rondón dejó en evidencia que mediante la chicha “Estrella de Oriente”, ofrece un excelente producto. Cada vaso de esta bebida criolla tiene un toque de esmero. “Llevo un pedacito de Venezuela conmigo y puedo dar un mensaje al mundo, de que los venezolanos somos gente trabajadora, gente buena y sobre todo muy respetuosa”.
Su historia refleja los desafíos que enfrentan los migrantes lejos de su país, pero también es la convicción de que a través del trabajo honrado los sueños se pueden hacer realidad y que los venezolanos pueden brillar dondequiera que estén.