Julio Castellanos: Amenaza y esperanza

Julio Castellanos: Amenaza y esperanza

Recientemente, el Presidente Nicolás Maduro anunció su interés en una reforma constitucional para introducir la pena de “cadena perpetua” para los delitos de traición a la patria y corrupción. En el caso de Cuba, con el mismo tono, a través del programa televisivo oficial, “Hacemos Cuba”, varios funcionarios del Ministerio del Interior exigieron en días pasados que la población no participe en manifestaciones masivas antigubernamentales considerando las consecuencias legales por ello: de 10 a 30 años de privación de libertad, cadena perpetua o pena de muerte de conformidad con lo previsto en el nuevo Código Penal aprobado en 2022. En ambos casos, lejos quedó prometer el fin de la pobreza, la redención de la clase trabajadora, el fin de la explotación capitalista o una verdadera democracia participativa y protagónica, ahora solo queda prometer más y más represión. La revolución termina en desilusión.

No es un proceso inédito, la Unión Soviética también atravesó un proceso similar de contradicciones internas tan agudas que ensancharon las diferencias entre el discurso oficial y la realidad a niveles esquizofrénicos. Por ejemplo, el marxismo – leninismo afirmaba propender a construir una sociedad sin clases porque estas, siempre antagónicas entre sí por defecto del capitalismo, eran la barbarie, pues bien, tomado el poder en 1917, los revolucionarios pasaron a ser conservadores y, por obra y gracia de la praxis, se reafirmó la existencia de clases sociales “coexistiendo armónicamente” (clase trabajadora, kolkhozianos y la intelligentsia) una de ellas, por cierto, destinada siempre a gobernar y el resto siempre a obedecer.

Al principio, como toda historia de amor, hubo una luna de miel. El triunfo bolchevique, la entrada de los barbudos a Santiago de Cuba o la victoria electoral de Hugo Chávez en 1999, todo era de ensueño. Pero la realidad golpea en todos los escenarios después de cierto tiempo, la corrupción campea, la improductividad es notoria, la creatividad es perseguida, la educación subvalorada, luego, el hambre llega y, cuando el pueblo pide explicaciones, primero se dan excusas (que si el occidente fascista, que si las sanciones internacionales o que los enemigos internos) y después, cuando la incredulidad se hace persistente en la población, llega la represión, la amenaza, la prisión, la cadena perpetua o el fusilamiento. Un cuento contado una y otra vez, hasta parece aquel relato de “ahí viene el lobo” porque, al parecer, nadie cree que llega hasta que llegó.





Se puede constatar en Venezuela esa llegada. El régimen no tiene una sola promesa que dar, no hablan sobre sí construirán un número determinado de viviendas, si aumentarán el salario, si dolarizarán la economía, si construirán nuevos hospitales o escuelas, si aumentarán el empleo o mejorarán los servicios públicos. No, nada de eso. Si se enciende VTV solo puede escucharse que se dieron nuevas inhabilitaciones contra dirigentes de la oposición, que si judicializan a fulano o mengano, que todo lo malo ocurre por las sanciones internacionales o que con la ley contra el odio y la ley contra el fascismo podrán inhabilitar políticamente a muchos más opositores lo cuál supuestamente beneficiará a la patria.

Es que la inhabilitación política se ha convertido en una consigna de tanta importancia que incluso es un agregado en la Ley Orgánica para la Defensa de Guayana Esequiba aunque no quede muy claro cómo es que inhabilitando a quién no participó en la ya olvidada consulta se recuperará más que sea algunos centímetros del suelo arrebatado por Guyana.

Vamos camino a la elección presidencial y allí veremos si las amenazas, ya no promesas, del régimen son más poderosas que la esperanza. Si, la esperanza, porque vale decir que aunque al pueblo le arrebataron todo, hasta la cercanía de la familia, no le pudieron arrebatar la capacidad de sentir esperanza por un futuro mejor. ¿Qué argumento podría servir para impedir que la gente vote por Edmundo González Urrutia? ¿Hablar de cadena perpetua? Ya lo hicieron y, por lo visto, no funciona.

Julio Castellanos / [email protected] / @rockypolitica