Protegiéndome de la acusación infausta de un régimen que le molesta todo aquel que se atreve a oponerse a su cruel y corrompido sistema.
Desde una ventana veo a Caracas, allí a escasos metros está mi país; allá fuera está la lucha por la que he sacrificado parte de mi vida; allá afuera está mi familia y mis sueños.
Y yo aquí. En una embajada que me dio asilo para protegerme de la persecución política.
Debo confesar que el injusto confinamiento me ha hecho comprender que soy un hombre biologicamente predispuesto a la esperanza.
Tengo una fe inquebrantable que todo esto pasará muy pronto.
Que mañana o pasado recordaré este asilo como una difícil prueba que tenia que atravesar.
Los hombres y las mujeres que militamos en un partido que lucha contra la tiranía, debemos estar preparados para riesgos semejantes
Por eso asumo la responsabilidad de las consecuencias de esa lucha.
La vivo -o mas bien- la sufro en una especie de remolino de estados de ánimo que se mueven como una montaña rusa: unas veces arriba y otras veces abajo.
Hasta ahora, toda mi vida había sido un avatar de hechos, de acciones siempre en movimiento; tanto mi actividad periodística, como la política, y también mi amor por el deporte.
Todo había sido un frenético proceso de desarrollo y movilidad; y ahora, estoy inmerso en cuatro paredes, en un aislamiento físico y social que es perturbador.
Pensar lo que era mi vida normal y verme en esta inacción genera en mí sentimientos parecidos al destierro.
Pero, a pesar de todo ello, no me rindo. Sigo luchando, opinando, difundiendo las ideas de libertad.
Sigo firme al lado de María Corina Machado y en apoyo del candidato de todos, Edmundo González Urrutia.
Hace unos días un colega periodista me preguntó si este encierro había menoscabado en mí a tal punto de arrepentirme de mi actividad pública, a lo que le dije “de ningún modo, por el contrario me ha fortalecido”.
En mi caso, no dudaría ni un instante en volver hacer oposicion y disentir de este desastre, si ello contribuye de algun modo a liberar a Venezuela del yugo destructor que nos oprime, le dije.
Por eso, a pesar de las dificultades, la esperanza y la resiliencia surgen sobre mí como un eficaz mecanismo de afrontamiento.
Y desde acá le hago un llamado a todos los venezolanos, la libertad está más cerca que nunca.
No podemos rendirnos; no podemos ceder ante nada, ni nadie; no podemos doblegarnos, pues cada día nos aproximamos al renacimiento de una Venezuela libre y mejor.