Las razones de su muerte siguen siendo un misterio. El hombre fue decapitado en Heslington, cerca de la actual ciudad de York, en el Reino Unido, y enterraron su cabeza en un terreno embarrado rico en arcilla. Más de 2.600 años después, los arqueólogos encontraron los restos en 2008 y se sorprendieron cuando se dieron cuenta que había sobrevivido un trozo de cerebro en su interior.
Por: Clarín
La cuestión es que el tejido cerebral es un elemento que se disuelve rápidamente después de la muerte de un individuo debido a la autoproteolisis (degradación de proteínas) y la putrefacción. En el caso que nos ocupa, esa parte de cerebro humano no solo se había mantenido prácticamente intacta durante milenios, sino que además conservaba características como sus pliegues y surcos.
Según los expertos, dentro de las primeras 36–72 horas tras el fallecimiento, comienza la putrefacción y se completa la esqueletización en apenas 5–10 años. “En conclusión, la preservación de las proteínas del cerebro humano a temperatura ambiente no debería ser posible durante milenios en la naturaleza libre”, indican en la revista Journal of the Royal Society Interface .
Un grupo internacional de neurólogos estudió el inesperado hallazgo utilizando varias técnicas moleculares y llegaron a la conclusión que dos proteínas estructurales, que actúan como los “esqueletos” de las neuronas y los astrocitos (células de soporte), estaban más apretadas en este antiguo cerebro.
Puedes leer la nota completa en Clarín