No lo afirmo por exagerar, sino atendiendo precisamente a todo lo que viene sucediendo en estos días anteriores a las elecciones presidenciales, incluyendo encuestas serias, masivas movilizaciones populares como las que encabeza María Corina Machado en todo el país, conversaciones con la gente de cualquier parte y, por sobre todo, el descontento generalizado que se percibe frente a la desgracia, la pobreza, la ruina y la corrupción que ha traído consigo este régimen incapaz y corrupto desde 1999.
Lo afirmo también cuando se constata la completa orfandad popular que acompaña la melancólica y desangelada candidatura de Maduro, ya sin gente a su lado, sin despertar ningún entusiasmo y sin apoyo en los sectores mayoritarios. La suya es una campaña fría, sin la presencia personal y directa del candidato o con un candidato distante que solo ve en la TV y se oye por las emisoras de radio, muy lejano del sentimiento popular. Ocasionalmente, Maduro aparece en escenarios previamente preparados, rodeado de un centenar de guardaespaldas y empleados públicos, sin que lo acompañe el respaldo de la gente.
No puede ser de otra manera, desde luego. Este gobierno, el peor que ha soportado Venezuela en toda su historia, no podía tener otro final sino el de ser rechazado abrumadoramente por habernos empobrecido a los venezolanos y liquidado nuestra calidad de vida, mientras ellos se han enriquecido como nunca antes lo hizo cualquier claque corrupta desde el poder.
No podía ser de otra manera, repito, porque desde hace 25 años, con el ascenso del militar golpista Hugo Chávez al poder, Venezuela viene siendo saqueada inmisericordemente, tanto en sus recursos financieros, como en los recursos naturales renovables y no renovables, comenzando por la insólita quiebra de PDVSA. Han puesto en grave riesgo el bienestar de las actuales generaciones y de las futuras, al tiempo que con el chavomadurismo en el poder Venezuela ha retrocedido por lo menos cien años, lo cual constituye un crimen de lesa patria también.
Por si fuera poco, extensas zonas del sur territorial han sido entregadas a grupos extranjeros -en connivencia con venezolanos antipatriotas- para la explotación depredadora de nuestros metales preciosos y minerales estratégicos, llevados luego al exterior sin que se conozca su monto y menos aún los ingresos financieros que nos corresponden a los venezolanos por ser sus legítimos dueños. En esas amplias zonas no ejerce su dominio el Estado, y actúan en ellas grupos armados nacionales y extranjeros que imponen su dominio en perjuicio de sus habitantes, muy especialmente de la población indígena que allí vive desde tiempos inmemoriales.
Por lo tanto, que hoy la inmensa mayoría del país aspire un cambio inmediato y profundo de esta brutal y compleja situación no puede extrañar a nadie, insisto, comenzando por los grandes culpables de toda esta tragedia nacional. Porque salir del chavomadurismo en el poder resulta sin duda alguna un problema de sobrevivencia de los venezolanos, y cuanto antes mejor.
Son razones muy justas e inaplazables. Por eso decía al principio de estas notas que aquí todo el mundo está conciente de que el próximo 28 de julio Edmundo González Urrutia será elegido como presidente de Venezuela. Eso lo saben hasta las piedras, pero, por eso mismo, la oposición democrática no puede incurrir en ninguna clase de triunfalismo, y mucho menos “echarse a dormir sobre los laureles”, como dice el refrán popular.
Nada de eso. Ya sabemos muy bien que el chavomadurismo es un adversario de cuidado, carente de escrúpulos y dispuesto a todo para permanecer en el poder. Creo que al respecto hay suficiente conciencia en la dirigencia opositora y en sus bases populares. Por eso mismo debemos prepararnos para impedir cualquier intento fraudulento o de desconocimiento de lo que ya es una clara decisión mayoritaria. A estos efectos, la voluntad soberana de la gran mayoría de los electores, la Constitución y las leyes están de nuestro lado, apelando como siempre a nuestras convicciones democráticas, pacíficas y civiles, muy lejos de los atajos violentos que ya han transitado nuestros adversarios.
A esos propósitos y objetivos debemos dedicarnos en lo que resta de tiempo hasta el 28 de julio, sin desviarnos del camino, sin caer en provocaciones, sin pisar peines del adversario y sin engolosinarnos ante la victoria próxima.