Nicolás Maduro, siempre impredecible, decidió hacer una visita “sorpresa” a la isla, a pesar de que había anunciado su llegada para el pasado jueves 16 de mayo. Al parecer, en su mundo paralelo, las sorpresas se planifican con anticipación y se retrasan por conveniencia.
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Acompañado por Giuseppe Alessandrello, el diputado y enlace político en Nueva Esparta, Maduro se desplazó por la autopista Juan Bautista Arismendi en dirección a Porlamar. No es de extrañar que los residentes, ya hartos de promesas vacías y de la falta de servicios básicos, aprovecharan la oportunidad para exigirle lo mínimo: agua y gasolina.
La escena no pudo ser más ilustrativa de la desconexión del gobierno con la realidad de los venezolanos. Mientras Maduro, rodeado de su séquito, avanzaba por la autopista, los habitantes de Margarita, que viven una crisis humanitaria sin precedentes, se vieron obligados a clamar por recursos tan elementales como el agua potable y el combustible. Es un cuadro que raya en lo tragicómico: un líder que se desplaza en vehículos de lujo mientras su pueblo se desvive por obtener lo más básico para subsistir.