Ángel Lombardi: La zona de interés

Ángel Lombardi: La zona de interés

En esta película está expresado el horror totalitario en el siglo 20. Identifica el horror nazi de los campos de exterminio de judíos, seis millones de víctimas y otros grupos, como zíngaros o gitanos, eslavos, homosexuales, opositores políticos, y todo cuando era despreciado por el racismo y el fanatismo nazi.

Estas fueron las víctimas de un macabro plan que llevó al holocausto en los campos de la muerte hitlerianos y fue ejecutado por gente común y corriente, que vive una vida apacible y burguesa ?esposa, hijos, parientes, amigos? y lo hacían sin escrúpulos morales, sin culpa y sin arrepentimiento, por obediencia, según ellos.

Es decir, que alguien puede ser torturador y asesino “por obediencia”: este es el verdadero horror de la condición humana. Todos saben quién es quién, pero callamos, como hicieron los alemanes en general, empezando por la familia, amigos y vecinos.





Esta es la banalidad del mal que escribía Hannah Arendt después de presenciar el juicio a Eichman, un asesino serial de miles de personas y cuya defensa se reduce a repetir: “cumplía órdenes”.

En el ser humano, en todos nosotros, habitan ángeles y demonios, y nuestra voluntad es quién decide: esa es nuestra consciencia, y libertad, entre el bien y el mal.

El mal primero es subjetivo y después se objetiviza en hechos, pequeños o grandes, como el caso del comandante nazi que, cumpliendo con su deber, lo hace tan bien que es ascendido.

El horror en la historia nace en nuestras almas y se manifiesta en las sociedades como fanatismo ideológico y de cualquier otro tipo. El horror del siglo 20 tuvo su cara más terrible en los sistemas totalitarios. En orden cronológico: comunista, fascista, nazista; y en la brutalidad de todas las guerras, incluido el holocausto nuclear y el terrorismo de todo tipo, en particular en dictaduras y tiranías de cualquier signo.

La película nos interpela no solo en pasado y presente, sino en un presente cercano y familiar. Horror y cotidianidad conviven, y la indiferencia y el silencio los alimentan.

Unos porque dicen “cumplir órdenes” y los otros porque decimos “que no es asunto mío”, “yo no me meto en problemas”.