Se evidencian dos juegos estratégicos en el plan de campaña de Nicolás Maduro para lograr el propósito de mantenerse en el poder; uno, echarle la culpa a la oposición de su incapacidad supina de lo que comporta la gestión de gobernar, por la inexistencia de obra concreta expresada en crecimiento y desarrollo económico social, bienestar colectivo y prosperidad nacional: su pésimo gobierno -dice- es responsabilidad opositora. El otro juego, un paralelismo activo en tiempo real materializado en mitines, caminatas y otras demostraciones en tiempo y lugar iguales respecto de las actividades de campaña de María Corina y del candidato unitario Edmundo González Urrutia. Viene sucediendo, como en la gira de Trujillo y en La Victoria. Es una estrategia distópica, negativa, que no busca el fin ideal del sufragismo democrático, como es “un voto más que el adversario”, sino desconocer y negar a este para mantenerse en el poder. Es un proceso -juego- de contraestrategia frente a la oposición y antiestratégico respecto de sus propios fines de sostenerse en el poder.
El “doctor Google” señala con una simpleza irrefutable que estrategia es ¿Cómo llegaremos ahí desde aquí? Es un escueto recorrido desde “aquí” a “ahí”. Sin mayores complicaciones es una buena definición. Pero con lo que ocurre uno se obliga a incursionar en el mundo de lo artificioso para entender esta jugarreta táctica en la cual sobresalen esa persecución en caliente del electoralismo oficialista y el victimismo “yo no fui” del entronizado candidato oficialista, paradoja sobre el “yo también” (me too), con su carga de riesgo y de ‘topo a todo’ por desespero ante lo inminente.
Las acciones del electoralismo negativo del régimen se enmarcan -pareciera- en los movimientos de los antihéroes de la historieta de Batman, que en Ciudad Gótica ejecutan Lex Luthor, el burlón Pingüino, el “esquizo” Guasón, etc, personajes malignos, en un ambiente surrealista construido por ellos, donde lucha clandestino Batman, representación de lo bueno, lo deseable y anhelado, lo ético. Es un mundo opaco -el de los archienemigos- vinculado más al relato de personajes que no van tras el delito común -aunque roban- sino tras el poder oscuro que prevalece en el contexto de esa ciudad sumergida en un ambiente oblicuo, donde los delincuentes son un poder presente en una irrealidad donde lo legítimo es una formalidad suplida por Batman, el gran opositor dispuesto a negociar la paz ciudadana que aquellos proponen pero no quieren, quebrando con engaños los acuerdos, induciendo errores y mal poniendo al héroe con desinformación ante los normalizados ciudadanos de Cdad Gótica e inhabilitarlo en sus propósitos; y por ello los delincuentes -empoderados- acosan a Batman y no a los oficiales de la ley, que también persiguen al hombre murciélago. Es una lucha del desangelado, teatral y pragmático Lex Luthor para llegar desde un ahí indeterminado a un aquí acomodaticio: es la anti estrategia, paradójica, que no busca llegar a ninguna parte sino mantenerse pues sus propósitos de poder son indeclarables.
El símil anterior se corresponde con la anti estrategia electoral del régimen -que no establece un “aquí” ni un “ahí”- encandilado por los destellos que emanan de la fuente fantástica del hedonismo político que apresa a la nomenclatura cupular del oficialismo que lo disfruta. El poder fetichizado como tal en la definición platónica y justificación maquiavélica (la virtud y los fines). Anti estrategia basada en la competividad represiva, en la persecución, literalmente, de las operaciones de calle de María Corina y, ahora, de la campaña de Edmundo; y cuyos resultados prontamente conoceremos. Esta anti estrategia se compone de 3 fases: primera, de ablandamiento (amedrentamientos, insultos, desinformación acusatoria, descalificación y calumnias contra MCM y EGU y la oposición); segunda, de persecución y acoso (consistente en montar una actividad, p.e. un mitin patético en paralelo al realizado por la oposición) cuyo fin es debilitar la convocatoria opositora, y el acto mismo, y descalificar con desinformación su efecto; apuntando al liderazgo de MCM, a la emergente figura de EGU y la legitimación representativa de la Plataforma Unitaria Democrática. Y una tercera fase -que arranca en el transcurso mismo del paralelismo ridículo- de orden descalificatorio de la actividad opositora y confusionista a través de la desinformación. Hasta ahora la anti estrategia ha sido un fracaso de millonarios costos ¿Razones?
La primera razón y más importante es que la capacidad de convocatoria del oficialismo y del Psuv está disminuida; las respuestas de la militancia es magra y en un apreciable grado, insincera: el continuismo madurista sin resultados de gestión ya afecta los núcleos duros de dirigentes de base, burlados ellos mismos por la ineficacia, incumplimientos y oligarquización de los cogollos directivos; con el agravante que el paralelismo es una comparativa en tiempo real que evidencia la mayoría autobusera y la escualidez popular de madurismo. Se agrega a lo anterior el lastre que significa la casi inexistente gestión pública, sustituida por el asfixiante propagandismo y el brutal clientelismo. Un tercer aspecto es el agotamiento propositivo del gobierno y el partido, suplantado por un caricaturezco estilo de políticas públicas reencauchadas, de refrito. Es tal la sequía propositiva creíble, que la narrativa candidatural ha retrogradado a un antiimperialismo y a una solidaridad anticolonial que ni en los rutilantes años ’60 y ’70 tuvo éxito; olvidando que la “ventaja” de la izquierda latinoamericana fue siempre la crítica ruda contra la represión, la corrupción y la ineficacia para solucionar el empobrecimiento de los gobiernos de la “democracia burguesa”: lugar que hoy ocupa el sediciente socialismo bolivariano, a la cabeza el sr Maduro. Así, la anti estrategia madurista, y que con afán busca implementar el troglodítico comando partidista, ha expuesto las debilidades intrínsecas de la candidatura oficialista y, por contraste, la frescura imaginativa y potencia de cambio del liderazgo distributivo de María Corina y la capacidad sinérgica de la oposición democrática, con la candidatura de Edmundo González Urrutia quien ha sabido traducir serena y firmemente la aspiración de cambio del pueblo venezolano. La contraestrategia victimizante tiene una falla de origen: quien responde el teléfono en Miraflores es el ahora entronizado candidato, él manda, ordena, es el prefacio del discurso de sus validos y obsecuentes seguidores (“ por instrucciones del presidente”); es el legatario, super bigote, el duro y rudo, el dispensador, el musculoso chofer que destornilla las tuercas sin la llave de cruz, el de los 4, 7 y 15 motores “de la rectificación y reimpulso”, el de los bonos, el que mejor baila ¿Cómo va decir ahora que no es el responsable de los apagones, de la falta de agua, de la precarización del empleo, de la quiebra petrolera, de la burla castrista sobre El Esequibo, del desbarajuste moral de la administración pública, de la tragedia migratoria, de la criminalización de la lucha democrática y la judicialización de los partidos ¡Es él!
La anti estrategia y contraestrategia como formulación electoral, un fin negador y de desconocimiento, es un chato y burdo amago amenazante y de acoso político -condenado al fracaso- que ha empujado a Maduro a una campaña frankesteiniana; reactiva y replicante de la agenda electoral de Edmundo y María Corina. Lo peor, o mejor, del asunto es que los formuladores de la anti estrategia son quienes dirigen la campaña ¿En dónde creen que está el éxito de un proceso maculado por lo negativo y lo impropio? ¿A dónde querrán llegar? ¿Aquí o ahí? Lo que sí está claro es que la mayoría popular ha tomado una decisión ¡Cambiar! Ya no hay tiempo para rectificaciones.
JVMJ.19.5.2024.