Hace tres años, cuando Ebrahim Raisi ganó la presidencia en unas elecciones amañadas, algunos iraníes pensaron que era un trampolín hacia un cargo mayor. A Alí Khamenei, el anciano y enfermo líder supremo, no le quedaba mucho tiempo de vida; cuando muriera, Raisi seguramente aspiraría a sustituirle. Pero la historia tiene un sentido de la ironía. En lugar de catapultarle al puesto más alto, ganar la presidencia le costó la vida.
Por: Infobae
El 19 de mayo regresaba de una visita al vecino Azerbaiyán, donde inauguró una presa en la frontera. Las autoridades perdieron el contacto con su helicóptero en una región montañosa a unos 86 km al noreste de Tabriz. Al principio insistieron en que no había motivos para alarmarse: el helicóptero del presidente había hecho un “aterrizaje forzoso”, aunque, confusamente, varias agencias de noticias iraníes informaron de que había seguido viaje a Tabriz en coche. A las pocas horas, sin embargo, esas informaciones fueron borradas y la televisión estatal empezó a emitir oraciones por el presidente. En la mañana del 20 de mayo, los medios de comunicación estatales confirmaron que Raisi había muerto, junto con el ministro de Asuntos Exteriores, Hossein Amirabdollahian, que viajaba en el mismo helicóptero.
En muchos sentidos, Raisi ha sido una figura decorativa: el presidente está subordinado al líder supremo. Sin embargo, su muerte sacudirá la política iraní. Obligará al régimen a encontrar un nuevo presidente en un momento difícil: está inmerso en una guerra regional que incluye acciones militares directas por parte de Irán y de su red de representantes regionales. Los adversarios de Irán, entre ellos Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí, se plantean estrechar sus lazos de seguridad para contrarrestar a Irán. La economía se hunde y podría verse aún más afectada por el endurecimiento de las sanciones estadounidenses. Además, la muerte de Raisi podría sumir en el caos la lucha que se avecina en Irán, al eliminar a uno de los dos principales candidatos a ocupar el puesto de Khamenei.
Todavía hay muchas cosas que no están claras, empezando por el motivo por el que se estrelló el helicóptero de Raisi. La versión oficial hasta el momento es el mal tiempo. Durante el vuelo llovía y había niebla, con una visibilidad de unos pocos metros. Las condiciones eran tan malas que los equipos de rescate no pudieron volar para buscar al Presidente, e incluso los drones no pudieron encontrar el lugar del accidente; la Media Luna Roja recurrió a enviar equipos de búsqueda a pie. La madre naturaleza bien podría ser la culpable. Sin embargo, nada es lo que parece en la política iraní, y muchos iraníes han empezado a especular con explicaciones más nefastas. Raisi tiene una larga lista de enemigos internos, desde los relativamente moderados a los que ha marginado hasta los conservadores que piensan que ha sido un presidente inepto. No es descabellado preguntarse si sus enemigos internos conspiraron para matarle.
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