En 1936 se inició un camino sostenido de reformas institucionales. Con pasos moderados y controlados por la elite en el poder, se incorporaron cambios en el sistema político venezolano. En la acera de enfrente, los sectores emergentes nunca se detuvieron en sus demandas. Siempre mantuvieron como bandera principal, sumar el mayor número de ciudadanos a las decisiones políticas, mediante reformas constitucionales en materia electoral.
Con los gobiernos de López Contreras y Medina Angarita se avanzó, pero no lo suficiente como para satisfacer a quienes pedían el ejercicio de una democracia plena. La elección universal, directa y secreta del Presidente la República fue un escollo nunca superado. No fue posible incluir esta exigencia en la reforma constitucional de 1945 y se postergó esta cara aspiración popular. Se mantuvo el sufragio de segundo grado para resolver la sucesión presidencial prevista para 1946.
En la antesala de esta elección, la discusión pública se hizo cada vez más tensa. La hegemonía andina se cuarteó ante la pretensión del expresidente López Contreras de regresar al poder. Los militares inconformes con el generalato gomecista, venían actuando clandestinamente y se habían organizado en la Unión Militar Patriótica. Su interés era desplazarlos del control del ejército. Por su parte, Acción Democrática, ante el fracaso del “Plan Escalante”, ofreció el apoyo civil a los militares descontentos. El camino hacia la insurrección cívico-militar estaba abonado. En la tarde del 18 de octubre de ese año, el país tomó otra dirección.
Producto de un hecho de fuerza, se comenzó a experimentar una nueva transición política. La ruptura violenta trajo consigo más y mayores tensiones, creó nuevas heridas y dio rienda suelta a odios y pasiones.
La unión cívico militar, una vez instalada en Miraflores, anunció al país el inicio de un régimen democrático y duradero, dirigido por una Junta Revolucionaria de Gobierno. La presidió Rómulo Betancourt. Lo acompañaron en el gabinete Raúl Leoni, Gonzalo Barrios, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Edmundo Fernández, mayor Carlos Delgado Chalbaud y el capitán Mario R. Vargas. Anunciaron la convocatoria a elecciones y se inhabilitaron como candidatos, en dichos comicios.
Desde un primer momento, los protagonistas de la revuelta antiandinista, tuvieron amplio apoyo popular y apreciable consenso. Entre sus primeros decretos estuvo el nombramiento de una comisión, presidida por Andrés Eloy Blanco, con el fin de elaborar el Estatuto Electoral, el cual, reglamentó las elecciones para elegir la Asamblea Nacional Constituyente encargada de aprobar una nueva Constitución Nacional. La noticia fue recibida con agrado. Los comicios se realizaron el 27 de octubre de 1946. Por primera vez, los venezolanos mayores de 18 años, incluidos analfabetos y mujeres, acudían a votar en elecciones universales, directas y secretas. Por amplia mayoría las ganó Acción Democrática, seguido por COPEI, URD y el PCV, respectivamente.
La AN inició sus actividades en diciembre de ese año. Se notó la ausencia de figuras pertenecientes al andinismo desplazado. Nuevos actores de la política coparon el espacio parlamentario. Las distintas corrientes del pensamiento se expresaron con absoluta libertad. La gente siguió con atención los ardorosos discursos trasmitidos por la radio.
En un año de trabajo, la AN fue escenario de una de las controversias más ricas y entusiastas que se hayan dado a lo largo de nuestra historia republicana. Abordó temas de distinta naturaleza. En materia filosófica y principista discutió la inclusión del nombre de Dios en la Constitución. En cuanto a las reformas políticas, merece recordar los controversiales discursos en torno a la elección directa de Gobernadores. Pese a los duros enfrentamientos y desacuerdos, el 5 de julio de 1947, todos los constituyentistas le dieron el visto bueno a la nueva Constitución Nacional. Considerada como una de las más avanzadas del continente.
Durante el trienio se avanzó a un ritmo mayor. Crecieron los sindicatos y se promovió la industrialización. La educación recibió un impulso sostenido. Se incrementó el presupuesto educativo en función de masificar la enseñanza y combatir el analfabetismo. La salud se convirtió en asunto prioritario. La campaña contra el paludismo fue todo un éxito.
Pero todo no fue color de rosa. Se cometieron gruesos errores. Uno de ellos fueron los llamados juicios de peculado. Un tribunal inquisidor persiguió a justos y pecadores. Un centenar de figuras representativas del antiguo régimen fueron sometidas al escarnio público. Luego de un juicio exprés se condenó a muchos y se absolvió a pocos. Desde entonces, las turbulentas aguas nunca se calmaron.
Otros de los errores, fue la promulgación del polémico Decreto 321, propuesto por el Ministerio de Educación. Estaba orientado a reformar el sistema de exámenes. La iglesia y los colegios privados se opusieron. La protesta de calle no se hizo esperar. En el gabinete estallaron serias divergencias sobre las bondades del mencionado decreto. Tras la renuncia del ministro de educación, Humberto García Arocha, y un creciente malestar, se le hicieron modificaciones. Se controló el orden público. No obstante, la conjura conspirativa había perforado las paredes de los cuarteles.
El clima de exacerbación de los ánimos entre la dirigencia política creaba frecuente inestabilidad. La Junta Revolucionaria de Gobierno convocó a elecciones presidenciales para diciembre 1947. Fue una campaña recia. Saturada de violencia verbal. AD propuso al novelista Rómulo Gallegos, quien resultó vencedor con 871.752. En segundo lugar, llegó Rafael Caldera, de COPEI; sumó 264.204 boletas electorales. El PCV arribó de tercero con la mítica figura de Gustavo Machado y 36.564 sufragios.
En febrero del 1948, las Cámaras Legislativas, en sesión conjunta, proclamaron a Rómulo Gallegos como presidente constitucional para el periodo 1948-1952. El 29 de abril dio su primer mensaje al Congreso y resaltó la existencia de una libertad política como nunca antes se disfrutó. Gremios, sindicatos y organizaciones partidistas funcionaban sin impedimentos, con inusitada vehemencia y fuera de lo estrictamente ideológico. Rechazó el comunismo y manifestó su desacuerdo con perseguirlo.
La oposición, en sus distintas expresiones, fue cada vez más activa. El tono de la confrontación subió los decibeles. La calle no paró. Sin control, la prensa divulgaba los ataques al gobierno. Rumores de una conspiración militar corrían a raudales. El 12 de noviembre, el periódico El Gráfico, publica en primera página la célebre caricatura de Rafael Alfonzo Guzmán (Raman). De un árbol cuelga un mango. Tiene dibujada las iniciales de AD y debajo la siguiente leyenda: “Como mago maduro…”
El 19 de noviembre, el presidente recibió en Miraflores a Delgado Chalbaud, Pérez Jiménez y Llovera Páez. Ente otras exigencias, pidieron la expulsión del país de Rómulo Betancourt y desvincular al gobierno con Acción Democrática. Inaceptables peticiones, fueron rechazadas. El 24 en la mañana se ejecutó el zarpazo militar. A media mañana, los pasillos de la “casa del pez que escupe agua”, se llenó los tradicionales facilitadores y eternos aduladores del poder.
El intento por establecer y consolidar una auténtica democracia fracasó. La transición no fue eficiente. Se adoptaron conductas equivocadas. Fueron reacios al entendimiento y a la conciliación con los vencidos. El sectarismo estuvo presente, como luego lo reconocieron los propios adecos. Tampoco encontraron eficaces respuesta a los complots civiles y militares. Mostraron poca pericia en el manejo de los frecuentes conflictos. Hubo desconocimiento de ciertas reglas del juego político cuando se está en funciones de gobierno. En fin, la breve experiencia “octubrista” naufragó. Toca ahora revisarla para la reflexión oportuna. Hacer las anotaciones necesarias. Corregir y aprender de los errores pasados.
@ferinconccs