Quien revise con detenimiento el muy serio, detallado, informe de la comisión de ese continente en relación a su trabajo en las últimas elecciones de nuestro país podrá percatarse con claridad de lo que ocurre. Y es que ninguna, ninguna, de las observaciones realizadas, largas, explícitas, puntuales, fueron ni serán cumplidas por un CNE tomado abiertamente por el poder político establecido.
La principal de ellas la independencia del CNE como poder electoral. Pero hay que sumar la depuración del registro, la eliminación del ventajismo, los votos asistidos, los lapsos, el cierre de medios, la persecución de periodistas y pare de contar, en medio de un montón de acertadas observaciones desconocidas por el régimen desgraciadamente vigente.
Así que solicitar un restablecimiento de la invitación a la Unión Europea para que envíe su comisión de observadores choca con la realidad de quienes quieren ocultarla. Es obvio que al invitar y aceptar su presencia recibirán las críticas más feroces por un desempeño tan burdo e interesado en tan delicada materia.
Preparémonos seriamente, como se ha sugerido, como se trabaja en ello arduamente, para ser garantes en cada mesa del cuido de cada voto. Pero las condiciones óptimas que exige la Unión Europea no las va a brindar el régimen que está en una muy creciente desventaja en la opinión pública. Porque todo parece indicar que la pela será monumental e inocultable. Y si, además, permiten esas óptimas condiciones, deben perderse para siempre del panorama político.
Desde luego que hay que seguir exigiendo condiciones para la elección. Desde luego que hay que insistir en que la Unión Europea sea observadora de un proceso electoral histórico y definitivo en Venezuela. Pero no hay que desconocer la tesitura, el talante más que autoritario y tramposo del régimen. Ante eso también hay que estar preparado con cada testigo en cada mesa. Para corroborar ante el mundo lo que sabemos: estamos a menos de dos meses de propinarle una descomunal derrota electoral a Maduro. La Unión Europea hizo su trabajo, ése que ahora el régimen desconoce con argumentos baladíes. Nosotros debemos hacer el nuestro.