Tanto dieron los demócratas y el juez de origen colombiano, y los fiscales en Nueva York, que lograron una decisión judicial en contra de Donald Trump. Como es la primera vez que el empresario y candidato presidencial es sentenciado, no debería ir a la cárcel, pero como en esto interviene la política podríamos vernos ante el insólito caso de un candidato presidencial en Estados Unidos que sea proclamado y dirija su campaña sepultado en una cárcel.
No es asunto nuestro romper lanzas por él, pero la política estadounidense afecta –siempre lo ha hecho- a Venezuela y algo nos toca decir. Podríamos también tomar partido por Trump en vista de las caídas, la somnolencia, las distracciones y la blandura de la actual Casa Blanca por el régimen madurista de los últimos años en Venezuela, pues tal pareciera que por estos predios los hombres y mujeres en el poder se han tomado a Washington a la chacota y sin ánimo alguno de cumplir acuerdos. Aunque bien cierto es que, más allá de dimes y diretes lo mismo le ha sucedido a noruegos y de otros países, aunque también es cierto que dos vecinos izquierdosos como Luiz Inazio “Lula” da Silva y Gustavo Petro también han caído en lo mismo.
Hay la sensación de que todo esto hubiese sido diferente con Trump en la Casa Blanca, pero duda uno pensando que también a Trump lo dejaron en ridículo los opositores aquellos que pusieron a Juan Guaidó al frente y el poder estadounidense que ampara al general torturador que lo único que hizo fue permitir la salida por escaso tiempo de Leopoldo López a la calle de su arresto domiciliario y después refugiarse en una embajada para hoy disfrutar de un por lo visto tranquilo exilio.
Al madurismo lo está frenando su propio conflicto interno con un Nicolás Maduro que castiga ahora públicamente lo que antes toleró y anda ahora diciendo, por sexta o séptima vez, que ahora si será realidad en sus manos la Venezuela potencia, exitosa, fuente de felicidad para todos y, con un nuevo sombrero de paja, señalar al cielo y decirle a las cámaras (porque no había mucha gente por ahí) que es él el enviado de Dios.
Y lo frenan el desconcierto y los errores de sus dirigentes, que no saben cómo llenar los espacios que María Corina Machado y su movimiento les vacían, la falta de miedo de hacedores de arepas y conductores de piraguas, la rebeldía de un pueblo que fue mayoritariamente de Chávez y, hasta las narices, es ahora de la señora Machado y de quien ella diga que es el próximo Presidente de la República.
Va a estar movido e interesante este segundo semestre de 2024, con un candidato presidencial estadounidense que podría encabezar la oferta republicana desde la cárcel, enfrentado a un anciano que se extravía en pensamientos que no logra completar entre tropezón y tropezón y el desplome de una dictadura que es capaz de generar bienestar mínimo a su pueblo y, de hecho, ha perdido todo carisma y capacidad de seducción, y al menos dos mujeres Presidentes de repúblicas, en México y en Colombia en los próximos cercanos tiempos.
Venezuela, con unos militares y maduristas que van de aquí para allá pero no parecen tener nada que ofrecer excepto ilusiones erradas.
Y lo que pase en Cuba, aún peor que Venezuela tras sesenta años de caída.