Tanto el Borussia Dortmund como el Real Madrid ya se encuentran en Londres con la vista puesta en la gloria europea: la ansiada Champions League. Para el Real Madrid, alcanzarla significaría sumar la decimoquinta orejona a su envidiable palmarés, mientras que para el Borussia Dortmund sería apenas la segunda, tras aquella resonante victoria de 1997.
María Saavedra
Londres se ha convertido en un hervidero de aficionados, donde la hegemonía del Real Madrid en Europa es bien conocida. Los hinchas, cautivados por el glamour y la historia del cuadro merengue, están poco acostumbrados a verlos caer en esta competición. Este sábado, los blancos pisarán el mítico césped de Wembley como los grandes favoritos, un estatus ganado a pulso a lo largo de los años.
Por el lado alemán, el Borussia Dortmund no partía como candidato al inicio del torneo, pero ha demostrado que el fútbol siempre guarda espacio para sorpresas y heroísmos. Venciendo a equipos como el Milan y el Newcastle, y eliminando rivales de la talla del PSV, el Atlético de Madrid y el Paris Saint-Germain, el Borussia ha consolidado su rumbo hacia Londres con fuerza y determinación.
El conjunto germano llega con todas sus estrellas disponibles y un subidón de moral para su entrenador y sus seguidores. En cambio, el Real Madrid deberá afrontar la baja sensible de Aurélien Tchouaméni, además de la inesperada ausencia de Lunin, héroe en las semifinales, pero que no podrá estar en Londres debido a una Gripe B. No obstante, Carlo Ancelotti había adelantado que sería Thibaut Courtois quien defendiera la portería, un lugar donde el belga ha mostrado fiabilidad y grandes actuaciones, y al que regresó hace unas semanas de la lesión que ha marcado toda su temporada. Además, para la leyenda madridista Toni Kroos este será su último partido con la camiseta del Real Madrid.
En la víspera del duelo, Sebastian Kehl, director deportivo del Borussia, no ocultó su respeto hacia el Real Madrid, al que describió como “una máquina de finales” en declaraciones recogidas por Kicker. Sin embargo, Kehl confió en tener “oportunidades de hacerles daño”.
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