Como en todas esas aglomeraciones que se han consumado en otras regiones, estas de Ciudad Bolivar, Puerto Ordaz, San Félix, Upata, Guasipati y Tucupita, también estuvieron presididas por el fervor que caracteriza a esos encuentros de la gente con una mujer que estremece la fibra humana. Y lo hace a base de esa confianza que ha podido sembrar y cosechar en el ánimo de mujeres y hombres que sobre todo, saben que María Corina no los defraudara. Y son precisamente esos elementos espirituales los que le dan contenido a la fe que se pone al servicio de una causa en pos de la libertad de un pueblo.
La fe moviliza a millones de personas en medio de inmensas dificultades. Eso es lo que singulariza esos acontecimientos que se dan ahora en Venezuela. No estamos hablando de un país normal. Para nada. Bien se sabe que las elecciones proyectadas, avanzan tropezando con los obstáculos más absurdos. Sin embargo, la gente se sobrepone, insiste en transitar esa ruta y es allí en donde cobra vigor y relevancia esa fe que inspira María Corina.
Bien se sabe-porque la gente no es tonta-que María Corina no está en el tarjetón de los candidatos, pero sí está en el corazón de la gente, en su imaginario, en sus oraciones; y lo que más valora ahora esa gente que la sigue, es su capacidad para reinventarse, para demostrar con hechos, no con simples palabras, que de verdad, verdad, le importan Venezuela y su pueblo!
Y es en esos gestos en donde se cruzan y se acoplan María Corina y la gente. Ella no pudo ser inscrita como abanderada presidencial, pero eso no la paralizó, ella no se resignó, no se rindió, aunque no fuera ella la beneficiaria directa de los votos que pide, ya que lo hace precisamente para otro depositario de esa voluntad ciudadana, invocando el respaldo para Edmundo Gonzalez Urrutia. ¿y en dónde se identifica esa conducta con la ciudadanía? En la determinación de un pueblo que es constantemente asediado por la crisis de servicios, por la falta de agua, de luz, de gas, de alimentos, de buenas escuelas, en fin de cualquier fatalidad que uno pueda suponer, entre las que no falta la extorsión, amenazando a familias de privarlas de la cajita CLAP y del miedo con el que pretende el régimen disuadir a los electores de que no hagan lo que les corresponde y no obstante la gente se sobrepone y exclama: ¡aunque me cueste la vida votare!