La prosperidad de la economía en la frontera de Venezuela y Colombia quedó en el recuerdo. La promesa de mejora no ha llegado luego de que las autoridades de ambos países reabrieran los pasos internacionales, tras siete años de cierre ordenado por Nicolás Maduro. Los comerciantes reportan que no tienen ganancia, sino que sobreviven.
Por Lorena Bornacelly | Dossier Venezuela
Aquel agosto de 2015 marcó un antes y un después en la dinámica fronteriza. Los comerciantes nunca más volvieron a ver prosperidad, de hecho, ni siquiera estabilidad. La frontera se convirtió en una zona de tránsito humano y no más.
Nancy Vargas, una vendedora de ropa, ha vivido la crisis de la frontera cada día. Aunque los gobernantes de Colombia y Venezuela aseguraron que tras la reapertura fronteriza la situación mejoraría, para ella todo sigue crítico.
El año 2023 fue precario y lo que va de 2024 ha sido de estancamiento económico. Cada día es una carrera para sobrevivir, porque no hay movimiento de compradores.
“La temporada de diciembre fueron dos semanas, porque no hubo temporada como antes. Cada vez es más difícil. En enero comenzó el año, no hay dinero. Pero así fue también febrero, marzo, ya estamos a mitad de año y seguimos en las mismas”, precisó.
La crisis económica en San Antonio del Táchira, el que alguna vez fue un pueblo próspero y de gran movida comercial, es tal, que los comerciantes trabajan en las condiciones mínimas porque los ingresos no les permiten contratar empleados y cubrir gastos de alquiler, impuestos, servicios públicos ni reposición de mercancía.
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