Simple curiosidad, por estos días nos enteramos de la causa inmediata de la confrontación – por cierto, muy rentable para el programa – entre Alicia Machado y José Luis Rodríguez en uno de los torneos de la cocina televisada de moda. Por un instante, imaginamos cuán lejos hubiese llegado la versión del prolífico periodismo de farándula, ejercido legal e ilegalmente, quizá demasiado mayamero, en los años ochenta del veinte, declinante al finalizar el siglo hasta desaparecer entre nosotros en el presente con la absoluta dislocación de la industria privada del entretenimiento.
Imposible entender el país que fuimos, sin el concurso de los protagonistas del espectáculo que eran huéspedes permanentes en los hogares venezolanos, aunque muchas veces sometidos al escarnio público por la crítica que poco o nada abonaba al espectáculo mismo. Hubo una manera de comprenderlos perversamente, con el uso y abuso de una vida privada de frecuente normalidad, siendo lo peor que el esquema de análisis con facilidad fue transferido al universo político, haciendo de sus actores – protagonistas, secundarios e incidentales – pasto de un insólito maniqueísmo y de grotescos estereotipos.
Nos contenta y mucho que a Yordano di Marzo le haya concedido la ULA el doctorado honoris causa, recibido en Mérida esta semana. Con enorme humildad, reporta Jesús Quintero, corresponsal de La Patilla, el venezolanísimo cantante refirió que “en lo profesional no soy músico, sino simplemente alguien que escribe canciones y las canta”, reivindicando los estudios superiores: “La universidad siempre me dio una perspectiva que nunca me había imaginado”.
Una larga e inspirada trayectoria de probado talento, autorizó el merecido doctorado que es necesario valorarlo aún más, cuando el medio artístico de cine, teatro, radio y televisión desde hace décadas no cuenta con el reconocimiento y tributo anual al desempeño profesional de un gremio tan extraordinario. En aquél país en el que desaparecieron destacadas, independientes y prestigiosas distinciones anuales (Guacaipuro de Oro, Mara de Oro, etc.), ya fallaba el sistema social de premios y castigos con las iniciales bonanzas petroleras.
Lejos del poder establecido, valga los contrastes actuales con un ídolo musical que despuntó desde los míticos ochenta de nuestras gracias y esgracias. Amerita de una mejor crónica que la nuestra como tributo, aunque – suya – nos permite levantar una bandera de probidad, tesón, y abnegada vocación.