Elon Musk recibió el año 2022 con una “buena cosecha” y un bolsillo lleno de dólares. Las ventas de Tesla habían crecido en más del 70%, el valor de sus compañías rondaba el billón ciento seis mil seiscientos millones de dólares. También había logrado con SpaceX ?la única empresa del país en conseguirlo? aterrizar cohetes orbitales y reutilizarlos.
Belén Marinone
Sin embargo, para Musk, el éxito es el elemento ideal para crear la próxima tormenta perfecta. El drama debe ser parte del paisaje en la vida del magnate tecnológico. “Los periodos prolongados de calma le resultan inquietantes”, supo decir Shivon Zilis, la ejecutiva de Neuralink y madre de sus tres hijos más pequeños. Esta vez, había decidido comprar Twitter.
Con los argumentos de “intentar ayudar a la humanidad”, mediante el “debate público y la democracia”, para que “la civilización tuviera una plaza pública digital”, bajo la bandera de la libertad de expresión, Musk tenía dinero fresco de acciones recién vendidas y quería gastarlo.
“No quería dejarlo en el banco, así que me pregunté qué producto me gustaba y la respuesta fue fácil: Twitter”, le confesó a su biógrafo, Walter Isaacson, en el libro Elon Musk.
Y en su cabeza se esbozaban las primeras modificaciones que le haría a la plataforma. Lo que todavía no sabía era lo que iba a encontrar en sus oficinas: una cultura laboral con “seguridad psicológica”, en el extremo opuesto a sus métodos, que incluía áreas de fitness, cafeterías y comida vegana, entre otras. Las cosas pronto iban a cambiar.
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