Hace 63 años llegaba al mundo una de las figuras más famosas y destacadas de la monarquía moderna: Diana Frances Spencer. Su tortuosa vida con el príncipe Carlos acabaría no solo otorgándole un lugar en la monarquía británica, sino que también la convertiría en todo un icono de la resiliencia y la solidaridad. Nació el 1 de julio de 1961 en Norfolk, Inglaterra, en el seno de una familia de la nobleza británica. Hija de Edward John Spencer, vizconde de Althorp y Frances Ruth Burke Roche, Diana tuvo que lidiar con varios traumas familiares que le marcarían en su futuro matrimonio.
Por infobae.com
Tras dos niñas en el hogar, sus padres esperaban el nacimiento de un varón, algo que no ocurrió y acabó siendo un disgusto para su padre. Sin embargo, años después llegaría a la familia Carlos, el esperado hermano que tanto ansiaban. Finalmente sus padres acabaron divorciándose y ella comenzó a vivir bajo la tutela de su padre, quien la hizo estudiar en Riddlesworth Hall School, y tras este, fue internada en el West Heath School. Y al igual que mostró al mundo más tarde, durante su educación también destacó por ser una niña tímida, modesta y talentosa al piano. Posteriormente, cursó estudios en el Instituto Alpin Videmanette en Suiza antes de mudarse a Londres, donde trabajó como asistente en una guardería.
Su papel como “futura reina de Inglaterra”
Pero el papel más importante de su vida, el de princesa de Inglaterra, fue forjándose desde su infancia. Y es que la propuesta del príncipe Carlos llegó el 6 de febrero de 1981, cuando ella solo tenía 20 años de edad y él 31. Ambos se conocían desde pequeños, ya que ella solía jugar con Andrés y Eduardo, los hijos pequeños de Isabel II, y aunque la primera opción del futuro rey era Lady Sarah Spencer, la hermana mayor de Diana, pensó que sería la candidata perfecta en cuanto la conoció.
La boda entre ambos ocurrió el 29 de julio de 1981, en la Catedral de San Pablo, con Diana luciendo un vestido de tafetán con seda, encaje antiguo y 10,000 perlas, diseñado por David y Elizabeth Emanuel. Además, quiso homenajear a su familia al llevar una tiara del siglo XVIII junto a un velo de siete metros de largo. El anillo de compromiso para su unión también fue un icono en sí mismo: de oro blanco de 18 quilates con un zafiro de Cailán ovalado de 12 quilates junto a 14 diamantes en solitario, fue también el elegido por el príncipe Guillermo para pedirle matrimonio a Kate Middleton 29 años después.
A pesar de lo enamorada que se encontraba ella en ese momento, el príncipe Carlos nunca dejó de tener en mente a Camila Rosemary Shand, el gran amor de su vida. Rosemary Shand estaba casada y tenía dos hijos, algo que podría haber provocado un gran escándalo en la sociedad británica. Isabel II se negaba rotundamente a esa relación, pues ya vivió una situación parecida con su propia hermana Margarita, o incluso su propio tío Eduardo VII, quien acabó renunciando a la corona por Wallis Simpson.
De esta manera, Carlos y Diana acabaron teniendo dos hijos: Guillermo en 1982 y Enrique en 1984. Pero la princesa de Gales no tardó en darse cuenta de que había una pieza que fallaba en la relación, y posiblemente era ella: “Éramos tres en este matrimonio”, llegó a confesar públicamente en su entrevista a la BBC en 1995. Para salir del hogar familiar, se enfocó en su labor social y comenzó a acudir a albergues para indigentes y personas desfavorecidas de la población británica.
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