Rosana Sosa García: El gran error de Occidente

Rosana Sosa García: El gran error de Occidente

La importancia de una visión política que construya futuro es crucial para la humanidad. En los últimos años, las decisiones económicas han mostrado una correlación cada vez más estrecha con los objetivos estratégicos de bloques de países que comparten intereses comunes. Esta tendencia ha llevado a una notable disminución en las inversiones entre países geopolíticamente distantes, reduciéndose del 23% en 2013 al 13% en 2022. Es indudable que aquellos países que pueden prever con claridad las principales variables y focos de crecimiento, especialmente dirigidos a nuevas tecnologías y a la transición energética, serán los que alcancen mejores frutos con sus políticas públicas.

Ante este panorama ineludible, resulta imperioso revisar los datos del comercio internacional con una región que, a mi juicio, representa un potencial enorme respecto a la oferta de materias primas necesarias para estos procesos: América Latina y el Caribe.

Una Mirada al Contexto

Hoy en día, China ha desplazado a la Unión Europea como el segundo socio comercial de América Latina y el Caribe, absorbiendo el 13% de las exportaciones y proporcionando el 22% de las importaciones regionales. Estados Unidos sigue manteniendo participaciones aproximadas del 40% en las exportaciones y del 30% en las importaciones, asegurándose así el primer puesto. Sin embargo, diversos países, sobre todo en Sudamérica, tienen a China como su primer socio comercial.

El creciente dominio de China en el comercio sudamericano es evidente. China es un mercado exportador relativamente pequeño para México y América Central en comparación con Estados Unidos. No obstante, en América del Sur, China es el principal destino de las exportaciones, con una participación superior a la suma de la Unión Europea y Estados Unidos. Según el Foro Económico Mundial (FEM), el comercio entre China y América Latina y el Caribe se multiplicó por 26 entre 2000 y 2020, pasando de 12.000 millones de dólares a 315.000 millones de dólares.

La exuberante relación comercial entre Latinoamérica y China va en ascenso. El intercambio de mercancías entre Latinoamérica y China superó los 480.000 millones de dólares el año pasado, según cifras de la Administración de Aduanas de la República Popular China recopiladas por BBC Mundo. Los principales productos que se exportan de América Latina hacia China se concentran en su mayoría (72%) en el petróleo, cátodos de cobre, carne bovina, soja, y minerales de cobre y de hierro.

Un Modelo de Desarrollo Truncado

El país de América Latina que más exporta al gigante asiático es Brasil, con 122.000 millones de dólares en 2023, mientras que el total del intercambio bilateral sumó 181.000 millones. Le siguen Chile, con 43 millones, y Perú, con 25 millones. Sin embargo, el modelo de desarrollo esperado, que debe orientarse no solo a la venta de materias primas sino a su procesamiento y potencial agregación de valor para la exportación, se ralentiza especialmente con la presencia del gigante asiático.

América Latina vende recursos naturales y productos primarios y compra productos manufacturados de tecnología media y alta, lo que reduce el potencial de crecimiento y desarrollo económico en la región. Esta dinámica perpetúa los desafíos estructurales que requieren reformas profundas para superarse.

A este fenómeno se le ha denominado “Reprimarización de las exportaciones”, un claro ejemplo del “neocolonialismo económico”. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) concuerda, señalando que “la disminución de la actividad industrial local en los países latinoamericanos dependientes de la reprimarización de las exportaciones conlleva un desequilibrio estructural para el correcto desarrollo de la región, vinculando su crecimiento económico a los periodos de auge de precios de los productos básicos e inhabilitando todo autodesarrollo que no dependa de la inversión china”.

La Urgencia de una Nueva Estrategia: Diversificación y Valor Agregado

Ante esta realidad, la región debe reflexionar profundamente sobre sus relaciones comerciales y su modelo de desarrollo. Como reza un antiguo aforismo chino: “El mejor momento para plantar un árbol fue hace veinte años. El segundo mejor momento es ahora.” Y recordando las palabras del filósofo griego Aristóteles, “La excelencia no es un acto, sino un hábito.”

Es urgente que América Latina y el Caribe desarrollen estrategias que no solo aprovechen sus riquezas naturales, sino que también promuevan la diversificación y el valor agregado en sus exportaciones. Solo así podrán romper con las cadenas del neocolonialismo económico y caminar hacia un futuro de verdadero desarrollo y autonomía.

La Amenaza de la Reprimarización de Exportaciones

La irrupción de China en el comercio exterior con América Latina y el Caribe y su evolución posterior representan una amenaza que ralentiza la diversificación y sofisticación de las exportaciones por parte de la región. En una coyuntura volátil y cambiante, la vulnerabilidad a la dependencia basada en la reprimarización de exportaciones, la debilidad de depender de las fluctuaciones en los precios de las materias primas, la brecha de innovación, desarrollo e investigación con respecto a los países desarrollados, y la incapacidad de diversificación de exportaciones de forma sostenible para acceder a mayores cadenas de valor global, dificultan la diversificación en la región.

El Neocolonialismo como Ancla de Atraso y Subdesarrollo

Proyectar las relaciones bilaterales con China y el resto de sus socios comerciales debe estar correlacionado con objetivos de políticas públicas que promuevan el desarrollo de cadenas productivas industriales con inserción de tecnologías de punta y sofisticación productiva. El neocolonialismo es un ancla de atraso y subdesarrollo. Pero las variables políticas e ideológicas son un detonante para impedir el desarrollo de la región, y alianzas que los alejen de sus socios occidentales podrían tener repercusiones graves en la geopolítica internacional de Occidente.

La transición energética es una oportunidad para occidente. Los desafíos de la transición energética como oportunidad para la UE y EE. UU. en la carrera por la hegemonía de la producción industrial son evidentes. La disponibilidad de materias primas que viabilicen el suministro para la transición energética marcará el devenir en los riesgos y la volatilidad de los precios ofertados y cantidades demandadas por las naciones preponderantes, como China y EE. UU. Es por ello que resulta primordial construir ejes comerciales que garanticen la confianza en el suministro y promuevan la capacidad de autoproducción, perfeccionen la optimización del almacenamiento en los casos factibles y mejoren la eficiencia a través de tecnologías avanzadas y una carrera ascendente para la productividad de los recursos factoriales.

Control de Recursos Minerales Estratégicos

Sin duda, el control de los recursos minerales estratégicos y el desarrollo de una tecnología de vanguardia crearán progresivamente un nuevo tablero geopolítico mundial o fortalecerán los ya existentes. La relevancia de materiales como plata, cobre y aluminio que componen la tecnología solar, así como el cobre y el níquel, son materias primas críticas para la fabricación de una extensa variedad de tecnologías renovables. China es el país mejor posicionado en esta nueva realidad energética frente a la UE, si consideramos que, de 30 materias primas fundamentales, lidera la producción de 19 de ellas. Controla el 35% del níquel, 40% del cobre, más del 50% del litio, cerca del 70% del cobalto y casi el 90% de las tierras raras.

El potencial de América Latina y El Caribe es inmenso diverso. Los depósitos minerales de América Latina y el Caribe incluyen materiales indispensables para la descarbonización (cobre, litio, níquel, hierro, manganeso, oro y plata), lo que permite que, a través de una gestión responsable con el medio ambiente, se pueda fortalecer el suministro de materiales con países aliados a Occidente, incluyendo encadenamientos productivos eficientes que validen la inserción de tecnología dentro de los procesos productivos, así como su refinamiento y sofisticación. Latinoamérica se posiciona estratégicamente como región clave para mitigar la dependencia de países como Rusia y Sudáfrica, al disponer de más de la mitad del litio, dos quintas partes del cobre y una cuarta parte del níquel mundial. Particularmente destacan Chile, Brasil, Argentina y Bolivia, que ya están discutiendo la posibilidad de crear una OPEP para el litio con el fin de formar un cártel.

La Necesidad de una Respuesta Occidental

Estas ideas podrían combinarse con la propuesta de diseñar un foro bilateral de alto nivel, un Consejo de Comercio y Tecnología entre América Latina y la UE, orientado a crear una plataforma de cooperación y acuerdos estratégicos frente a los grandes desafíos que se presentan en la nueva era. China ha demostrado tener una visión clara y objetiva de estos desafíos, y la respuesta de Occidente frente al bloque de la OCS (Organización de Shanghái) y los BRICS no puede dilatarse. Requiere de acciones consolidadas, consensuadas y estratégicamente conscientes como pilares de fortalecimiento, cohesión y libertades democráticas del bloque occidental.

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