Maduro ha pasado años intentando destruir a la oposición, deteniendo a miles de activistas, periodistas y disidentes y sometiéndolos a golpizas, violaciones, descargas eléctricas, mutilaciones, asfixia y otros tipos de tortura. Con el control de los medios de comunicación, los tribunales, las fuerzas del orden y el ejército, Maduro ha impedido que muchos candidatos de la oposición compitan por el poder. Las iniciativas estadounidenses para respaldar a las fuerzas de la oposición, mediante presiones y sanciones durante el gobierno del presidente Donald Trump y mediante negociaciones durante el gobierno del presidente Biden, han tenido resultados mixtos. A pesar de las sanciones que han afectado a la crucial industria petrolera de Venezuela, Maduro ha sobrevivido gracias, en parte, al respaldo de Rusia, China, Cuba e Irán. Venezuela, que alguna vez fue una de las naciones más prósperas de América Latina, ahora enfrenta una de las peores crisis humanitarias del mundo y la huida de más de 7,5 millones de personas desde 2015, incluidos cientos de miles a Estados Unidos.
Sorprendentemente, después de tantos años de represión, la oposición está viva y tendría una excelente oportunidad en las urnas, suponiendo que no le roben las elecciones. Fallos judiciales engañosos descalificaron a la carismática candidata líder de la oposición, María Corina Machado, pero ella se ha mantenido activa en la campaña electoral, reuniendo a la Plataforma Unitaria democrática detrás de un ex diplomático, Edmundo González Urrutia. Multitudes tumultuosas los reciben en todo el país, incluido, el sábado, en Barinas, la ciudad natal de Chávez. Una encuesta realizada entre el 23 de mayo y el 5 de junio mostró que dos tercios de los votantes quieren un cambio de gobierno. Hay un alto nivel de interés en votar. La encuesta mostró que González lideraba con un 56 por ciento frente a un 35 por ciento entre los que tenían más probabilidades de votar.
Para Maduro, una pérdida significaría no sólo la destitución del cargo, sino también el fin de la riqueza y el poder que surgen de ser miembro de un régimen conocido por su espectacular corrupción. Lo mismo ocurre con la élite que lo rodea y depende de él para sus privilegios. Al final de la campaña, podría verse tentado a abortar la votación mediante la fuerza bruta o declararse ganador cuando no lo es. Cualquiera de las dos opciones sería desastrosa para el pueblo venezolano y para todo un hemisferio que necesita desesperadamente un resultado político estable en esta nación estratégica. Las fuerzas militares y de seguridad desempeñarán un papel clave; pero nadie puede estar seguro de si defenderían a Maduro contra el pueblo o desertarían en lugar de resistir las abrumadoras demandas populares de cambio.
Por ahora, las señales apuntan a una actitud dura por parte de Maduro. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, dijo que sigue recibiendo “informes de detenciones a medida que se acerca el día de las elecciones, incluidas partidarios y miembros de la oposición”. Türk dijo que su oficina ha documentado un aumento de amenazas, acoso y agresiones contra participantes de la sociedad civil, periodistas, sindicalistas y otros críticos del régimen, “incluso mediante arrestos y procesamientos, y 38 casos de detención arbitraria”. La organización no gubernamental Acceso a la Justicia informó en junio que en lo que va del año se han producido 46 detenciones arbitrarias por motivos políticos, incluidos 18 miembros del partido de la Sra. Machado. El Consejo Nacional Electoral, controlado por Maduro, decretó recientemente que los observadores electorales sólo pueden trabajar en los distritos electorales donde votan. Además, el 29 de mayo, el consejo electoral retiró la invitación a la Unión Europea para que enviara observadores electorales. Las Naciones Unidas dijeron que enviarían un equipo de cuatro personas, una actuación lamentable. El Centro Carter, el grupo de derechos humanos sin fines de lucro establecido por el ex presidente Jimmy Carter que trabaja para promover la democracia y resolver conflictos, también enviará un pequeño grupo de observadores.
El año pasado, la administración Biden alivió algunas sanciones a cambio de la promesa de Maduro de permitir que la oposición llevara a cabo una campaña sin restricciones. Maduro ha subvertido el acuerdo arrestando a miembros de la oposición y utilizando los tribunales para bloquear la candidatura de Machado, y Estados Unidos restableció algunas sanciones. Absorto como está en sus difíciles elecciones y en otras crisis extranjeras, a Biden no le queda mucho ancho de banda para Venezuela. Pero él y los líderes democráticos de América Latina y Europa deberían prestar atención y hablar a favor de una votación libre y justa. Esta podría ser la última y mejor oportunidad que tiene Venezuela de poner fin a una generación de desgobierno.
Este artículo fue publicado originalmente en The Washington Post el 11 de julio de 2024