Tengo varias campañas presidenciales encima. En las cuales participé a fondo y no cómo un observador de escritorio. Alguna experiencia debo tener.
Pero las concentraciones y movilizaciones masivas y populares alrededor de María Corina, son una primicia espectacular.
Primero porque el poder establecido las boicotea, antes, durante y después. Segundo porque la censura mediática de los medios convencionales es más que grotesca. Tercero porque son eventos espontáneos, no impulsados por aparatos partidistas ni mucho menos por recursos públicos. Cuarto, porque se dan en un clima de represión autoritaria, casi desesperada por lograr el continuismo de una hegemonía despótica.
La de María Corina y Edmundo es una campaña heroica, que no se amilana ante el inventario de obstrucciones que proceden del poder, sino que aumenta su fuerza y su adhesión, a pesar de todos los pesares.
La comparan erróneamente con la campaña de Chávez en 1998. En aquel entonces la libertades públicas se respetaban y aseguraban, comenzando por la libertad de expresión. Y las garantías políticas para desarrollar una campaña electoral, también. La de Chávez en 1998 fue una campaña en el marco de un Estado democrático, la campaña presente sale adelante en contra de un despotismo arbitrario que desprecia los valores del
pluralismo.
Las imágenes reales no mienten. Me impresionan mucho. Un pueblo en marcha que ansía cambio y que rechaza la catástrofe decadente de la hegemonía.
Se siente un fervor que sale de la esperanza de un cambio real. María Corina no se detiene ante las dificultades. Al contrario, las convierte en oportunidades para ratificar su coraje y su compromiso de raíz.
Y el pueblo responde con entusiasmo, incluyendo el pueblo que pertenece al gran conjunto de la familia militar.
No. Nunca había visto esto. El fraude empotrado de la hegemonía, ¿se saldrá con la suya? Una interrogante que la evidente mayoría del pueblo venezolano rechaza.