El arribo de los llamados teléfonos inteligentes, sin dudas, vino a cambiar la vida tal como se la conocía. La posibilidad de revisar mails, navegar en internet, hacer uso de las redes sociales mientras se espera un turno médico y hasta unirse a una reunión laboral desde cualquier lugar del mundo fue revolucionario.
Valeria Chávez
Ahora, habilitar estas tecnologías a niños y adolescentes trajo consigo consecuencias en su desarrollo, descanso, sociabilidad y escolaridad, además de exponerlos al contacto con desconocidos, el ciberacoso, la obesidad y conductas adictivas entre otros riesgos de su mal uso.
Desde hace un tiempo los especialistas advierten sobre lo nocivo del uso de pantallas en la primera infancia así como de los efectos en la salud mental de los adolescentes.
Tal como plantea el psicólogo norteamericano Jonathan Haidt en su libro La generación ansiosa, “aquellos que comenzaron su adolescencia durante la proliferación de celulares con conectividad 24/7 se han convertido en una generación que carece de tolerancia a la frustración, experimentando problemas constantes de ánimo, crisis de ansiedad y dificultad para aburrirse”.
Al respecto, son alarmantes los resultados del estudio Kids Online, desarrollado por el Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación (CEPPE) de la Universidad Católica de Chile y el Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile, en colaboración con el Ministerio de Educación chileno y Unicef. Luego de encuestar a 3.011 niños, niñas y adolescentes de 9 a 17 años, el trabajo concluyó que la edad promedio en que niños y niñas obtienen su primer teléfono móvil disminuyó de 11 años en 2016 a 8,9 años en 2022.
Además, el 87% de los menores indicó contar con teléfono celular propio con acceso a internet.
Es en ese sentido que, de un tiempo a esta parte, cada vez más los profesionales de la salud pregonan por aumentar la edad en que se entrega un teléfono de estas características a los menores.
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