A veces, algo no nos gusta en nuestra forma de relacionarnos con los demás, de resolver los conflictos del día a día o de gestionar nuestras interacciones y nos planteamos hacer algo para mejorar. Es muy probable que no nos paremos a pensar en el papel que juega en ello nuestro cerebro, pero, en realidad, es el lugar desde el que se percibe, se entiende, se recuerda, se evalúa, se desea y se responde a los demás.
Por TN
Así lo expresa el doctor Srini Pillay, de la Universidad de Harvard, que recuerda que, por extraño que pueda parecer, las personas que están en nuestras vidas no son simplemente quienes realmente son. “Son una mezcla interesante de quiénes son y qué hacemos con ellos en nuestro cerebro. Si entendemos las formas en que las relaciones impactan en nuestro cerebro, probablemente podamos cambiar para alterar también la forma en que interactuamos con los demás”, dijo.
En este sentido, expone tres mecanismos -de los que rara vez uno es consciente- que influyen en la mente y modifican comportamientos, decisiones y sentimientos: contagio emocional, empatía cognitiva y transferencia.
Contagio emocional
El contagio emocional se refiere al fenómeno en el que una persona experimenta y transmite emociones similares a las de otra persona. En otras palabras, es la capacidad de las emociones de una persona para influir en las de los demás. Este fenómeno puede ocurrir de manera inconsciente y manifestarse en diversos contextos, como en relaciones personales, grupos sociales, entornos laborales o situaciones cotidianas.
“Nuestras emociones pueden transferirse fácilmente a otra persona sin que nosotros lo sepamos”, señala el experto, quien además advierte que esto también puede suceder a través de redes sociales, sin que haya una interacción persona a persona o señales no verbales. Es lo que suele sucedernos cuando leemos mensajes o publicaciones en un grupo que muestra su descontento con algún motivo.
Las culpables de este “contagio” son las conocidas como neuronas espejo, especializadas en captar automáticamente las emociones de los demás. Esto, que en su día debió suponer una ventaja evolutiva, podría tener efectos tanto positivos como negativos: puede contribuir a la cohesión social y fortalecer las relaciones emocionales, pero también llevar a la propagación de emociones negativas, como el estrés o la ansiedad.
Ser consciente de este fenómeno puede ayudarnos a comprender mejor cómo las emociones se transmiten en nuestro entorno y cómo gestionar adecuadamente las interacciones emocionales. Si estamos online, tengamos en cuenta que cualquier contenido puede afectar a nuestro estado de ánimo. Se trata de ser prudente al respecto, en función de lo que queremos sentir.
En las interacciones con amigos, colegas o parejas románticas, debemos tener en cuenta que podemos contagiarnos de sus emociones negativas. Hay personas que de forma casi inmediata nos transmiten su visión pesimista de la vida y son capaces de cambiarnos (para mal) el humor, por eso es importante estar ponerse en guardia.
Empatía cognitiva
Tendemos a valorar de forma positiva la empatía, es decir, esa capacidad para ponernos en los zapatos del otro y comprender sus sentimientos y motivaciones. Pero, en realidad, hay dos tipos de empatía diferentes y utilizar una u otra puede ser más eficaz según el momento y la situación:
-Empatía emocional. Se refiere a la capacidad de comprender y compartir los sentimientos y emociones de otra persona, e implica sentir lo que el otro está sintiendo, conectando emocionalmente con él. Por ejemplo, si cuando ves a alguien llorar sientes tristeza, estás experimentando empatía emocional.
-Empatía cognitiva. Se centra en la capacidad de comprender y entender la perspectiva emocional o mental de otra persona, pero sin necesidad de experimentar las mismas emociones. Por ejemplo, puedes comprender que alguien está muy estresado por una situación, pero sin sentir su nivel de estrés.
Lea más en TN