Nicolás Maduro improvisó este lunes una embarazosa coreografía en su mitin en Upata, estado Bolívar, a cuyos habitantes no tenía mucho que prometer para su futuro.
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Con las manos alzadas, movimientos desincronizados y escaso oído musical, Maduro demostró que es tan buen bailarín como jefe de Estado.
No sorprende, ya que el candidato del Psuv ha dejado claro que también tiene un pie izquierdo para administrar los recursos públicos y entorpecer la vida de los venezolanos, a quienes sumió en una crisis severa desde su llegada al palacio de Miraflores. Doce años después, lo mejor que puede hacer es zarandearse sobre una tarima.