Meses atrás, vi en las redes un corto y presuntamente inédito video de uno de los aviones del consabido 11 de septiembre. Siempre es posible que, a la vuelta de varias décadas, aparezcan imágenes novedosas de los sucesos vistos por todos en el gran anfiteatro urbano.
Algo parecido puede acaecer con el concurrido mitin del atentado contra Donald Trump, en Pensilvania, convertido en una excepcional ocasión para apreciar más de cerca al líder republicano, que, obviamente, significó el registro digital de mil miradas por segundo sobre el personaje y su entorno. Un evento rutinario, devino impensable acontecimiento que, es natural en medio de la sacudida opinión pública, resulte en la solicitud de reemplazo de Kimberly Cheatle como jefa del Servicio Secreto, o, como intitula Francisc Peirón con un dejo de burla más que de ironía para La Vanguardia, el frustrado homicida haya empleado un fusil AR-15, favorito de los trumpistas.
El caso está en que, seguramente, habrá más imágenes que saldrán con el tiempo, igualmente impensables. El acto estaba poblado de toda suerte de móviles celulares con demasiadísimos ojos puestos sobre el ya ahora candidato oficial de su partido, pero hubo y hay una mayor probabilidad que el aporte lo hagan los profesionales sobre una gráfica o video espectacular de compararlo con el aficionado que no está entrenado para tan peligrosas lides de un proongado instante.
Era lógico, pero pudo no ocurrir, que el trágico suceso produjese una imagen de coraje y de muy alto contenido patriótico: permanece la impresión de un escenario en el que hubo sorpresa, pero no cundió el pánico tras los disparos y todo se mantuvieron en sus asientos; particularmente, Evan Vucci (AP) sintetizó el mensaje de un poderoso efecto electoral que ya se hizo político con la nominación oficial, en el Trump que se llena de coraje por encima de las circunstancias bajo la bandera nacional. A esta gráfica, ya icónica que privó en la primera plana de los más importantes medios del mundo, se suma las sucesivas de Doug Mills (The New York Times), cuya cámara de veinte fotografías por segundo, disparada mientras seguía el tiroteo para riesgo de la propia vida, registró la trayectoria del proyectil que rozó la oreja del expresidente. No obstante, a mi parecer, hasta donde hemos visto, la mejor toma ha sido la de Anna Moneymaker (Getty Images), azarosamente artística en la medida que la víctima yace desconcertada en el suelo, obligado por los agentes de seguridad, con los hilos de sangre en un rostro de mirada momentáneamente perdida, como si de una puerta abierta entre los tobillos de los agente nos permitiera a todos entrar en el infinitesimal momento de su perpleja intimidad (https://x.com/canning30/status/1812301451986919887).
Al día siguiente, Trump disipaba sus angustias jugando golf de acuerdo a las cadenas noticiosas, mientras que el suscrito navegaba en las redes buscando una imagen que escapara un poco del forzado lugar común. Y, aunque los premios Pulitzer 2024 fueron entregados recientemente, quizá para mayo de 2025, respecto a Moneymaker, es posible que se haga acreedora de la correspondiente medalla de oro: en todo caso, de aquí en adelante, incrementará sus seguidores en Twitter o X, como prefieran (https://x.com/annamoneymaker).