Cada mañana Victoria Miranda agarra su mochila y viaja desde su casa en el centro de Caracas a la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), en el suroeste de la capital venezolana, donde estudia Ingeniería.
Por Norberto Paredes / bbc.com
A sus 20 años, tiene muchas dudas sobre el campo de la profesión en el que se quiere especializar, pero también tiene algo muy claro: quiere trabajar por el futuro de Venezuela.
“Algo seguro en mi plan de vida es que quiero quedarme en Venezuela. Es mi país, aquí nací y aquí quiero envejecer”, le dice a BBC Mundo.
Ella forma parte del creciente número de jóvenes venezolanos que han decidido trabajar por la reconstrucción de un país del que muchos se marcharon.
Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), 7,7 millones de venezolanos han abandonado el país en busca de una mejor vida. La gran mayoría de ellos lo hizo en los últimos años debido a una gran crisis económica que ha dejado a millones en la pobreza.
Pero de acuerdo a Gabriel Wald, profesor e investigador del Observatorio de Empleabilidad y Procesos Formativos de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), el número de jóvenes venezolanos con deseos de emigrar está en descenso.
Un estudio publicado en junio sobre las expectativas laborales de los estudiantes venezolanos en universidades privadas arrojó que a un 23% de ellos les gustaría abandonar Venezuela pero, de ese porcentaje, sólo 7% tiene planes concretos para emigrar.
“Ese 7% es menor a porcentajes mayores que llegamos a tener en una época. Estas cifras indican un descenso en la intención por parte de los jóvenes de irse de Venezuela”, afirma en entrevista con BBC Mundo.
A Victoria Miranda le quedan dos años para convertirse en ingeniera y aspira a trabajar en una empresa transnacional, porque considera que ofrecen mejores salarios y oportunidades para trabajar en distintas áreas de la profesión.
Afirma que el movimiento estudiantil del que forma parte le ha enseñado que, independientemente del resultado de las elecciones presidenciales previstas para el domingo 28 de julio, la juventud de Venezuela es fundamental para el futuro de la nación.
«Si nosotros los jóvenes nos vamos, no quedará nadie para reconstruir el país», insiste.
“Estoy consciente de que la reconstrucción del país no se va a lograr de la noche a la mañana, sino que va a durar muchos años. Pero estoy comprometida a trabajar para que mis hijos puedan disfrutar de una mejor Venezuela y que las futuras generaciones no tengan que emigrar como lo han hecho muchos en los últimos años”, añade.
Un arraigo que no depende del futuro político
Pese al optimismo que muestra parte de la juventud Venezolana, un sondeo realizado por Meganalisis y publicado en abril señala que al menos 44,6 % de la población venezolana consideraría emigrar si el presidente Nicolás Maduro consigue un tercer mandato presidencial.
Pero, como Victoria, Yenny Bastida no forma parte de ese grupo y planea quedarse en Venezuela independientemente de lo que pase.
Pese a las diversas crisis que han azotado a la nación petrolera en los últimos años, la empresaria de 41 años nunca se ha planteado abandonarla.
“Yo vengo de una familia de inmigrantes. Mi familia paterna es cubana y llegó a Venezuela con asilo político, mientras que mi familia materna huyó de la hambruna y la crisis que desató la guerra en Portugal”, cuenta.
“Por eso siempre sentí una especie de duelo eterno en mi ADN y aprendí, a través de mis padres y abuelos, lo difícil que es irse de su tierra, abandonar tus pertenencias y dejar toda una vida atrás”, prosigue.
“Creo que esta experiencia de vida me ha disuadido de emigrar, porque siento que de alguna manera ya lo viví”.
Sin embargo, admite que su batalla por salir adelante en Venezuela no ha sido fácil.
Aunque logró crear su propia empresa de ropa femenina en 2003, con apenas 20 años, asegura que desde entonces ha trabajado “duro y sin descanso” para lograr el éxito, pese a las adversidades.
“En ocasiones nos hemos quedado sin tela o sin dinero para comprar telas. Nos hemos tenido que reinventar, hemos incorporado artesanos locales que habían perdido sus oficios con la crisis y nos hemos tenido que enfocar en la moda sustentable”, afirma.
“En Venezuela tampoco existe el financiamiento bancario por lo que quizá quedarme en el país le ha restado a la marca oportunidades de crecimiento”.
Bastida, cuyo taller de producción está en el estado Yaracuy, en el centroccidente de Venezuela y que cuenta con una tienda que lleva su nombre en el opulento barrio de Altamira, en Caracas, apunta que para ella ya no se trata solamente de diseñar y vender ropa, sino de crear y mantener empleos, cuidar de las 18 mujeres trabajan con ella y revalorizar lo hecho en Venezuela.
“Suelo escuchar frases muy hirientes y dolorosas de otros venezolanos que sugieren que los que nos quedamos aquí nos conformamos o nos acostumbramos”, señala.
“Pero la verdad es que no nos conformamos ni nos acostumbramos, sino que evolucionamos y nos transformamos constantemente. Aparte de mi familia, tengo la responsabilidad de mi empresa y todo un equipo de mujeres que depende de ella y que también decidió quedarse y salir adelante en este país”.
Asegura que esas son otras razones por las que no ha “dejado el pelero” (desaparecer).