Estamos a las puertas de una ansiada y hoy posible transición con el triunfo de Edmundo González. Ansiada, porque han pasado casi 25 años de un gobierno que no cumplió con sus promesas; y, posible, porque, cuando se haga efectiva desde el poder, seremos testigo de algo radicalmente diferente a preverla, visualizarla y pensarla. La transición que Venezuela vivió en 1958 se inició después del 23 de enero y no antes, con el fraude plebiscitario. Más de un fiasco nos hemos llevado, incluyendo la ilusión de ser poder, sin ocupar realmente Miraflores como nos ocurrió con el famoso gobierno interino. Son los votos de este venidero 28 de julio los que legitimarán una nueva etapa donde todo está por hacerse y, limpiamente, negociarse, con una combinación de prudencia y audacia a sabiendas de los factores reales de poder; de modo que las transiciones se hacen, haciéndolas y no antes.
Una transición es un juego de infinitos equilibrios políticos entre los agentes que políticamente llegan a acuerdos para impulsarla, ofreciendo los equilibrios necesarios para lograr una vida pacífica y democrática en todos los aspectos que necesita un país para desarrollarse. Esto no significa que no haya justicia. De modo que ninguna parcialidad partidista, corporativa o gremial puede aspirar a monopolizar y decidir, ya que una transición es, en definitiva, un consenso. Tampoco se logra con una parcialidad ideológica que pretenda pasar de un absurdo estatismo autoritario, proclive al totalitarismo, hacia un anarquismo de mercado libre y salvaje, haciendo todavía más pobres a los pobres sin una base material para ejercer sus libertades. Así vemos que realismo e imaginación son incompatibles con los dogmas.
Consabido, que la socialdemocracia venezolana contó con una exitosa tradición de luchas y logros. Todo un bagaje doctrinario, ideológico, político y estratégico que tuvo por base, fundamental y renovadora, la interpretación y el empuje de Rómulo Betancourt, entre otros venezolanos de innegables méritos más acá y más allá de Acción Democrática. Esta vez el primer aporte que la socialdemocracia prestará es el de su experiencia pluralista. Nadie duda de que lo sucedido en el pasado fue exitoso: a pesar de ser favorecido por la voluntad ciudadana, Betancourt llamó a viejos rivales, líderes y partidos, a participar en aquella difícil transición post perezjimenista, frente a la insurrección armada de la izquierda y el golpismo de la derecha. Incluso, fue partidario de la nacionalización petrolera, pero –dándole el tiempo la razón– defendió la tesis de las empresas mixtas.
Para muchos está claro que el pensamiento socialdemócrata requiere de innovaciones importantes, no cabe la menor duda. Pero – ya que se ha hecho moda hablar del tema – es la garantía de una política de centro, necesaria y urgente que abra las puertas de la transición con buen pie. El Estado importa y ha de alcanzar las dimensiones adecuadas, pero –por favor– ni tan calvo ni con dos pelucas. Muchos prefieren la exacerbación estatal frente a aquellos que prácticamente desean liquidarlo, abandonando a su suerte al débil. ¿No es una locura creer que de la noche a la mañana habrá que liberar absolutamente la tasa de cambio, haciendo de la libérrima paridad la ocasión para que huyan los grandes capitales nacionales y, al mismo tiempo, el narcolavado haga de las suyas, o rematar cualquier activo de la nación?
Todas estas interrogantes, deben ser parte del debate que posterior al 28 de julio debemos dar, los que pensamos que la política de centro sería la más adecuada para el proceso de transición, porque debemos pensar sobre los nuevos paradigmas que enfrentamos como sociedad, como lo plasmó el sociólogo británico Antonny Giddens en su propuesta de la tercera vía, donde concluye que “la meta general de la política en la sociedad debería ser ayudar a los ciudadanos a guiarse en las grandes revoluciones de nuestro tiempo: la globalización, las transformaciones de la vida personal y nuestra relación con la naturaleza”; sin dejar a un lado las grandes necesidades y carencias que este régimen está dejando a nivel social y económico.
Hemos insistido y persistido sobre la necesidad de que nuestra sociedad retome de nuevo valores de igualdad, de protección a los débiles, libertad, responsabilidad, pluralismo, así como también, de que entendamos siempre que el mejor camino hacia la democracia, debe ir siempre de la mano del político y el ciudadano, a través del respeto de las leyes, para lograr un país que realmente se adapte a las necesidades del siglo XXI, siempre en paz. Resistámonos a la venganza y al deseo de aplicar soluciones que solo castiguen, destruyan y acaben con la excelente oportunidad de desarrollo que se abre ante nuestros ojos en estas próximas semanas.
IG, X: @freddyamarcano