Venezuela es en este siglo el principal territorio de la expansión de la dictadura de Cuba. Un grupo de crimen organizado transnacional con marca política de socialismo del siglo 21 -a partir de la alianza de Fidel Castro y Hugo Chávez (castrochavismo)- transformó a uno de los países más ricos y estables de Latinoamérica en un miserable narcoestado, plataforma de las dictaduras de Rusia, China e Irán y produjo el exilio de ocho millones de venezolanos.
En la Venezuela del socialismo del siglo 21, como en todos los países bajo este sistema dictatorial, reemplazaron el “estado derecho” por el “estado de indefensión”, violando todos los derechos humanos, cometiendo crímenes de lesa humanidad, detentando el poder con “terrorismo de Estado”, reemplazando las leyes republicanas por “leyes infames”, liquidando la separación e independencia de poderes con el control de fiscales y jueces para acusar, perseguir, torturar, extorsionar, apresar, asesinar y encubrir.
Con el mismo sistema que la dictadura de Cuba retiene el poder desde hace más de 65 años, y con participación directa de ejecutores castristas, sometieron al pueblo al que llevaron al hambre, la miseria, el exilio y la muerte. Construyeron y mantienen una “oposición funcional” o subordinada al régimen, con cuya traición y corrupción prolongaron la simulación de una narrativa democrática para encubrir su condición de “dictadura electoralista” en la que el pueblo vota pero no elige.
Con fuerza, violencia y corrupción realizaron sucesivos fraudes electorales fundados en la alteración de los registros ciudadanos, la manipulación de la población, la eliminación física o administrativa de opositores reales, el amedrentamiento público, la manipulación del conteo de votos, noticias falsas, opositores funcionales y más. Implementaron y controlaron un sistema internacional para aceptar los resultados fraguados operando el Foro de Sao Paulo, el Grupo de Puebla, dictaduras y gobiernos para dictatoriales.
Con un sistema delictivo institucionalizado como legal y con fuerza e impunidad por el control del Estado, el dictador Nicolás Maduro convocó a elecciones para asegurar un nuevo “triunfo manipulado”, para lo que incumplió los acuerdos de Barbados, mandó inhabilitar a la “candidata única de oposición María Corina Machado” que había ganado esa condición con el 92,56%, repitió la inhabilitación con Corina Yoris y escogió los candidatos opositores.
La campaña electoral del dictador Maduro consiste en manipulaciones, delitos y terrorismo de Estado ejecutado a diario como lo prueban los hechos de poner 13 veces su foto y candidatura en la papeleta electoral, tomar presos políticos a más de una centena de dirigentes de la campaña de oposición y mantener a 6 perseguidos en la Embajada de Argentina en Caracas, hacer apresar a personas que apoyan la campaña de Edmundo Gonzales Urrutia liderada por María Corina Machado, sancionar y clausurar restaurantes y hoteles que dan servicios a estos opositores, producir amenazas, cortes de rutas y atentados para impedir las reuniones de campaña opositora, negar que las elecciones sean observadas por la Unión Europea, impedir el ingreso de instituciones y veedores internacionales y “usar el miedo como principal mensaje de campaña”.
El dictador/candidato Maduro solo está repitiendo la metodología exitosamente aplicada en la propia Venezuela, en Bolivia y en Nicaragua. Con un repudio de cerca del 80% del pueblo venezolano, con encuestas que le dan 21% de intención de voto frente al 64% de González Urrutia tiene el sistema para falsificar el resultado pero la realidad objetiva ya no se lo permite. En esta realidad, Maduro ha perpetrado terrorismo de Estado directo amenazando con “un baño de sangre y una guerra civil fratricida” si no gana la elección que no puede ganar .
El proceso electoral de Venezuela ha pasado de ser “la fase preparativa de las elecciones” del 28 de Julio y se ha convertido la derrota estratégica definitiva de Maduro y de las dictaduras del socialismo del siglo 21.
El pueblo venezolano ya no tiene miedo, está en calles y concentraciones, ha derrotado el ausentismo electoral forzado por la dictadura, está en resistencia civil activa y ha terminado su estado de indefensión. Es más fuerte que la dictadura y ha llevado al dictador a confesar su derrota amenazando con “un baño de sangre y una guerra civil fratricida”, que solo señala el inevitable final de la ocupación de Venezuela.
*Abogado y Politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy