Dejen tranquila a Kate Middleton, la quimio es terrible

Dejen tranquila a Kate Middleton, la quimio es terrible

Kate Middleton, Princesa de Gales. (Foto de JUSTIN TALLIS / AFP)

 

Veo las fotos de Kate Middleton que sonríe y pienso “pobre”, “pobre mujer”. Es que hace un par de meses nomás la Princesa de Gales contó que seguía haciendo quimioterapia para el cáncer -no se sabe bien de qué- que anunció en marzo. Y que seguiría por unos meses.

Por infobae.com

Sonríe en público, es decir, trabaja, Kate Middleton. “Es la esposa del heredero de la corona inglesa”, me dicen. Pero salvo que haya drogas especiales para la realeza -puede ser- la mayor parte del tiempo debe estar sintiéndose muy mal, lo digo por experiencia.

Salvo que haya sustancias mejores para la sangre azul, hay días en que debe tener unas náuseas imposibles, por más que le hayan llenado las bolsitas del cocktail de la quimio de antieméticos, esos medicamentos para no vomitar. Debe hacer un esfuerzo para tragar algo porque miren si adelgaza mucho… sería una cuestión de Estado.

A menos que le den unas drogas desconocidas para los comunes mortales, se debe sentir rara, invadida, a veces le deben doler las articulaciones. Debe tener el registro corporal de que eso que le meten la está matando, aunque sepa racionalmente que es lo que la cura. O lo que previene que las cosas sean peores: ella dijo que el tratamiento es por si acaso. Debe tener bronca que ese “por si acaso” implique todo este sufrimiento.

La veo con el vestidito, hace unos días, saludando en Wimbledon, y estoy segura de que -si no es que además de la sangre, la realeza tiene la psiquis de otro color que nosotros- debe pasar por esos ratos en los que te caés para adentro, en los que no te preguntás por qué a mí, pero sí qué hice: ¿fue toda esa comida chatarra durante años? ¿Vivir en la ciudad contaminada? ¿Tengo cáncer porque no supe expresar mis emociones? ¿Por actuar por conveniencia y desoir al corazón? ¿Por esa humillación que me callé y explotó para adentro como una bomba de racimo?

La pensadora estadounidense Susan Sontag -que murió de cáncer en 2017- escribió en 1998 un libro imperdible que se titula La enfermedad y sus metáforas donde dice que como el cáncer es potencialmente mortal y sus orígenes por ahora son desconocidos -no hay una respuesta cierta para la pregunta de por qué tengo cáncer- se suele tratar de explicarlo, de darle algún sentido con metáforas. Lo de las emociones reprimidas, por ejemplo. Ella se acuerda de que por siglos se creyó que la tuberculosis era causada por la melancolía. Hasta que en 1882 el científico alemán Robert Koch descubrió que lo que provocaba la enfermedad era un grupo de bacterias, hoy conocidas como “Bacilos de Koch”. Chau melancolía, hola antibióticos.

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