A 40 años de la muerte de “El carnicero de Plainfield”, el asesino de mujeres que profanaba tumbas para hacer artesanías

A 40 años de la muerte de “El carnicero de Plainfield”, el asesino de mujeres que profanaba tumbas para hacer artesanías

Ed Gein falleció en un hospital 1984

 

La mañana del 16 de noviembre de 1957, sábado para más precisiones, un cliente con ganas de hacer reparaciones en su casa entró a la ferretería del pueblo para comprar una pala. No encontró a su dueña, Bernice Worden, pero se topó con un copioso charco de sangre y un reguero rojo que revelaba que un cuerpo – tal vez el de la buena de Bernice – había sido arrastrado.

Por infobae.com

Como Plainfield, en Wisconsin, era un pueblo chico, la policía no demoró en llegar a la escena del crimen. Los dos agentes que entraron al local vieron el charco y el rastro de sangre y buscaron infructuosamente a Bernice. Después uno de ellos fue hasta la caja, porque lo primero que se hace en esos casos es comprobar si se trataba de un robo, pero el dinero estaba. Y junto a la caja había un libro de contabilidad. Allí Bernice había anotado su última venta y el nombre del comprador. Decía: “anticongelante” y al lado “Ed Gein”.

Eso, claro, no significaba que Ed, ese tipito un poco raro, inofensivo y solitario al que todos conocían, tuviera que ver con el charco de sangre, los rastros y la desaparición de Bernice, pero podía ser un testigo, tal vez había visto algo. Mientras los dos policías se quedaban en la ferretería, el sheriff y otro agente fueron a su granja. El sheriff golpeó la puerta, pero nadie respondió. Vio que tampoco estaba la camioneta de Ed. Casi por instinto, movió el picaporte y la puerta se abrió. Quizás algo enceguecido por la luz exterior, entró en la casa sin ver muy bien el interior. Había dado dos o tres pasos y se sobresaltó cuando sintió que algo le rozaba el hombro. Se dio vuelta y entonces si vio: del techo colgaba el cuerpo decapitado de una mujer con uno enorme y profundo agujero negro en el pecho, desde donde goteaba sangre.

La buena de Bernice colgaba de un gancho por el tobillo y con un alambre le habían sujetado el otro pie a una polea. Alguien la había rajado desde el pecho hasta la base del abdomen, y las tripas brillaban como si las hubiesen lavado y limpiado. Faltaba la cabeza, pero al sheriff no le quedaron dudas: el cadáver pertenecía a la ferretera. Vinieron otros policías y revisaron toda la casa. Había restos humanos por todas partes. Contaron diez calaveras usadas como tazones y ceniceros, lámparas, cinturones y fundas de sillones hechos con piel humana, y también los órganos de Bernice guardados en el congelador de la heladera.

Los policías no se habían topado con la madriguera de un simple criminal, sino con el santuario de un asesino en serie. Les costaba creer que Ed Gein fuera capaz de montar semejante escena con restos humanos, pero la evidencia no dejaba dudas. De pronto, el hombrecito solitario e insignificante al que todos conocían en Plainfield se convirtió en un monstruo impensado.

El vecino tímido y servicial

Edward Theodore Gein nació el 27 de agosto de 1906 en Plainfield, hijo de George P. Gein, alcohólico, y Augusta T. Lehrk, ama de casa temerosa de Dios. Augusta creía que las mujeres eran prostitutas creadas por el diablo para tentar a los hombres, y obligaba a sus hijos a leer el Antiguo Testamento de una manera obsesiva.

En 1940 murió su padre, y Ed Gein se acercó aún más a su madre en una relación que a los ojos de algunos parecía algo enfermiza. En 1944 hubo un incendio en la granja familiar y Henry, el hermano de Ed, también murió. La autopsia reveló que el cuerpo de Henry presentaba signos de haber sido golpeado, pero la causa oficial de la muerte fue la asfixia derivada del fuego y el humo. Ed permaneció solo con su madre, quien poco después del incendio sufrió una apoplejía que la dejó casi paralizada. Ed la cuidó con devoción hasta el día de su muerte, el 29 de septiembre de 1945.

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