Son dos los temas trascendentales que se debaten en Venezuela este domingo 28 de julio, independientemente de que haya mucho, poco o ningún fraude electoral. Para nadie es un secreto que el régimen que los mismos venezolanos llevaron al gobierno hace un cuarto de siglo, no sólo ha sido de los peores y más torpes de nuestra historia, sino que el sucesor de Hugo Chávez lo ha llevado a peor, hasta el abismo de la tragedia nacional.
No hablaremos de la desaforada corrupción que ha llevado a bolsillos delincuentes los dineros de la república de obras siempre anunciadas y nunca terminadas, ni de la administración de los más incompetentes y complacientes con el peculado, ni de la participación de ajenos a la política que supieron utilizar las codicias y debilidades éticas a cambio de dineros mal habidos.
Hablaremos de lo que realmente se decidirá por elecciones este domingo.
Del partido que fundó Chávez con sus cómplices y asesoría de políticos veteranos que quizás vieron el comunismo y los intereses de los hermanos Castro, pero no supieron percibir la magnitud de la tragedia. Nunca entendieron que Chávez decidía por sí mismo para sus propias convicciones y, aunque dio peso a hombres y mujeres, jamás formó un sucesor. Varios pensaron serlo ellos, pero nunca entendieron que los Castro entendían mejor. Y quien comprende mas, comprende mejor. Tampoco entendieron que los Castro no querían a Chávez y a Venezuela para dogmatizarlos sino para aprovechar su petróleo y su dinero.
Para ello Fidel Castro trató de hacer creer a Chávez que sería el sucesor de la cacareada revolución castrista, el siguiente Fidel, pero Chávez tenía sus propios sueños y ambiciones y resultó difícil de prever, nunca fue egoísta con la ayuda a los castristas y la admiración a Castro, pero tenía los suyos propios.
Hugo Chávez debió morir, fuese decisión de los Castro, del demonio o de Dios. el cáncer vino a abrir nuevos caminos, y la novedad sería poner en vez de a un llanero bolivarianista y beisbolero, a un aparatchik forjado por los castristas, nacido en Colombia o en Venezuela o donde usted quiera, pero con todas sus decisiones tomadas por los Castro.
No importa si se utiliza a ladrones y desvergonzados para ello, si se tortura, se acosa o se mata, lo que cuenta es tener el control.
El problema del control es tener el talento y los conocimientos para manejarlo con eficacia, y eso es lo que el hombre decidido por La Habana no tiene, aunque sí aviones para viajar a preguntarlo. No basta con internet ni redes sociales, hay que preguntar cara a cara y afinar cada detalle. Pero en La Habana no saben generar entusiasmo ni felicidad populares, no lo han aprendido en seis décadas, y es en eso justamente que falla el castromadurismo.
Regresan –alguien tuvo esa inspiración- a la tradición del partido sustituto, y para eso no hay necesidad de consultar a La Habana, basta con analizar las historias de AD, Copei y unos pocos más en Venezuela, y con revisar –si usted lee bien el inglés- a republicanos y demócratas en Estados Unidos.
Eso han hecho, y este 28 de julio, sea cual sea el resultado, empieza la muerte del PSUV y comienza el crecimiento de Futuro.
Lo otro que se decide este domingo 28 de julio es si la Venezuela de los próximos años será un pueblo integrado al desarrollo mundial –de Estados Unidos, los países de la Unión Europea, Brasil, México, Japón y algún otro- o regresará a ser servidor y cumplidor de La Habana. Ese camino pareciera ofrecerlo María Corina Machado para lo cual deberá poner en la ruta a Edmundo González y tener la decisión y la habilidad de no admitir como obstáculos a quienes siguen pensando –todos los partidos menos, quizás, el suyo- como cuando existía aquella Venezuela que prefirió al parlanchín y mentiroso oficial que hizo un discurso de la espada de Bolívar caminando por América Latina sin ser espadachín. Porque si llegó a leer a Bolívar no entendió lo que leyó.