Las actas electorales se sucedieron una tras otra, en cascada. Todas arrojaron un resultado similar, contundente y esperado: Edmundo González Urrutia arrasó en las urnas y debía ser ungido como el nuevo presidente de acuerdo a la voluntad venezolana. La ventaja era, en cada caso registrado, mayor a 30 puntos porcentuales e idéntica a lo que dictaban los boca de urna independientes. El delfín de María Corina Machado supo encarnar la esperanza popular luego de una letanía de 25 años de chavismo que convirtió a una de las naciones más ricas de América Latina en una sombra de lo que alguna vez fue.
Por infobae.com
Pero la dictadura personificada en Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez, Tarek William Saab y Vladimir Padrino López tenía otros planes para la vida política venezolana y de la región. El régimen fundado por Hugo Chávez ejecutó el mayor fraude de la historia democrática de América Latina.
El operativo comenzó temprano, cuando apócrifas encuestas a boca de urna auguraban una inverosímil y holgada victoria del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Hasta el ex presidente ecuatoriano Rafael Correa y el ex mandatario boliviano Evo Morales se prestaron a la treta y la difundieron felices, victoriosos. En ella se decía que Maduro se imponía ampliamente sobre González. La mentira se descubrió a los minutos: se trataba de un sondeo hecho por una empresa fantasma. Ninguno se disculpó: quizás empleen artes similares.
Pero el megafraude de Maduro se consolidó mucho antes que este domingo 28 de julio. El chavismo no iba a permitir que unos millones votos de diferencia lo despojaran del poder, los negociados y los vicios que construyó a lo largo de décadas en cada uno de los sectores donde tuvo participación. Desde el petróleo y el oro hasta el narcotráfico. Comenzó a palparse cuando impidieron a Machado ser parte de los comicios. ¿En qué democracia que se precie de tal un candidato es borrado arbitrariamente por decisión del gobierno de turno?
El chavismo -esa máquina deshumanizada de corrupción que expulsó a millones de venezolanos de su tierra y que una vez fuera además los privó de su derecho básico a votar- reforzará a partir de ahora su estructura interna, aumentará la persecución y la represión y consolidará sus pocos resortes internacionales con los socios que le quedan: Rusia, China, Irán, Cuba, Nicaragua y Bolivia. Alguna autocracia más se sumará a esa galaxia, pero ninguna con fanatismo por la alternancia.
Sin embargo, es de entender que el régimen tuviera sus motivos para no soltar.
El primero de ellos es la incontable cantidad de causas que rodean a Maduro y sus laderos. La Corte Penal Internacional (CPI) lo investiga por crímenes contra la humanidad. Esos delitos fueron documentados una y otra vez por la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (ONU). El último informe se refería al “alarmante aumento en las desapariciones forzadas antes de las elecciones presidenciales en Venezuela”.
Desde hace años esa oficina describe detalladamente cómo el chavismo -que este domingo falsificó las elecciones presidenciales- tortura, desaparece, secuestra y asesina venezolanos por el solo hecho de enfrentar a la dictadura. Karim Khan, el fiscal de la CPI que lleva la investigación contra Maduro, deberá sumar ahora un nuevo capítulo a su expediente: el robo alevoso de votos. Hay quienes imaginaron para él un juicio similar al que condenó a Slobodan Miloševi?. Por ahora no ocurrirá.
Maduro sabía que su destino -de haberse sometido al mandato popular- hubiera sido la cárcel, la extradición o el exilio. Quizás hubiera elegido una pronta expatriación en Cuba, cuyo régimen castrista asesoró y co-condujo los destinos de Venezuela desde el inicio de la era Chávez. Pero eligió el fraude para sostenerse en el poder y no tener que salir de su país, algo ya de por sí infrecuente en su agenda. Es que el riesgo de una prisión sería muy probable bajo otro gobierno que limpiara la escandalosa y cómplice estructura judicial venezolana.
Pero también pesaba sobre él el riesgo de la extradición, bajo los múltiples cargos por narcotráfico que lo tienen a Maduro -y gran parte de la estructura piramidal chavista- bajo la lupa de la DEA, en los Estados Unidos, el organismo encargado de perseguir y desarticular carteles de la droga. Maduro es señalado por la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York de ser uno de los capos del Cartel de los Soles junto a gran parte de la cúpula militar venezolana.
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