Todos los fraudes electorales son, en esencia, autogolpes del poder establecido que los perpetra. Cierto. Pero éste no es un fraude convencional, de los que se han hecho artífices los mandoneros de la hegemonía. No. Este ha sido un fraude colosal que fue preparado mucho antes del día de las votaciones.
Es un autogolpe público, notorio y comunicacional. La llamada unión cívico-militar (que ni es cívica ni tampoco militar, en la acepción democrática del concepto), es el basamento del autogolpe de la delincuencia organizada que ha venido controlando el poder.
Son los victimarios del autogolpe. Las víctimas del mismo son los venezolanos que rechazan a la hegemonía despótica y depredadora, de manera abrumadoramente mayoritaria.
La hegemonía ha montado un teatro con habilidad. No se puede negar.
Pero ese teatro tiene una falla estructural: el 70/30 de los resultados que expresan las actas.
Se trata de una prueba que no se puede ocultar. Se la puede ignorar, se la puede pasar por encima por las malas y las peores. Pero no se la puede ocultar.
No. Esto no es fraude típico. Es un autogolpe del poder establecido para tratar de prolongar el continuismo. Reitero: la abrumadora mayoría de los venezolanos rechazan esta realidad. No quieren más fraudes, más despotismo, más penurias. Quieren otro camino. El autogolpe no lo podrá impedir.