Richard Burton lo tenía todo: belleza, talento, fama y a la mujer más bella del mundo. Sin embargo, el actor galés, protagonista de Equus y La noche de la iguana, vivió una vida marcada por los excesos, los tormentos, el alcohol y la frustración. Hoy se cumplen 40 años de su muerte a causa de un derrame cerebral. Tenía solo 59 años cuando el mundo lo despidió. Pero no para siempre. Quedaron sus grandes películas y una de las historias de amor de Hollywood más intensas y extravagantes que se recuerden.
Por infobae.com
“Es bastante ridículo para una persona de cuarenta y cinco o cincuenta años tener que aprenderse palabras escritas por otra gente, la mayoría de ellas malas, con tal de ganar unos dólares,” decía Burton, manifestando en sus últimos años de vida desprecio hacia su propia vocación. Sin embargo, su talento era innegable y su capacidad para ofrecer actuaciones inolvidables lo llevó a ser nominado al Oscar en siete ocasiones, aunque nunca ganó la codiciada estatuilla. Este contraste entre su brillante carrera y sus tormentos personales forja la complejidad de su leyenda.
La vida en Gales
Nacido el 10 de noviembre de 1925 en Gales, Richard Walter Jenkins fue el séptimo hijo de un minero. Su padre, conocido por su dureza y su amor por la bebida, inculcó en Burton una masculinidad intensa y mal entendida. “Mi padre consideraba que alguien que fuera a la iglesia y no bebiera alcohol era intolerable,” recordaba Burton, reflejando la influencia de su entorno familiar en su vida posterior.
Desde temprana edad, Burton mostró un talento innato para la actuación. Fue en el teatro donde encontró su verdadera pasión, escapando de las dura realidad de su vida en Gales. Su maestro de escuela, Philip Burton, lo tomó bajo su ala y lo ayudó a pulir su talento, adoptándolo más tarde y dándole su apellido. “Era un chico extraordinario, con una voz potente y una presencia magnética,” decía Philip Burton.
A los 18 años, Richard Burton recibió una beca para estudiar en el Exeter College de Oxford, donde comenzó a destacar en el teatro universitario. Su control vocal y su capacidad para interpretar personajes complejos lo llevaron a ser considerado “el mejor Hamlet de su generación”. En 1952, Burton se mudó a Hollywood, como lo hacían muchos actores británicos en esos tiempos.
En la tierra de las oportunidades, Burton conquistó de inmediato a los directores desde sus primeras apariciones. Con Mi prima Raquel, su primera producción norteamericana, obtuvo su primera nominación a los Oscar.
“Lo malo es que todo el mundo quiere que interprete a un príncipe o un rey… siempre estoy llevando vestidos largos, faldas o algo extraño. Yo no quiero eso, no me gusta. Odio que me maquillen, que me peinen el pelo cada mañana, odio las medias y las botas. Odio todo,” protestaba Burton. A pesar de estas quejas, su habilidad para dar vida a figuras majestuosas como Richard Wagner, Winston Churchill, Enrique VIII y Alejandro Magno, era innegable. Sus papeles en películas de época le otorgaron una fama duradera y una posición privilegiada en el cine internacional.
Pero Burton no se limitó a roles históricos. En Equus interpretó a un psiquiatra que intentaba descifrar la mente perturbada de un joven. En El espía que surgió del frío, encarnó a un agente secreto amargado y cansado. Y en La noche de la iguana, le dio vida a un sacerdote afligido por sus pasiones y el alcohol que reflejaba de manera inquietante sus propios demonios personales.
El romance del siglo
El primer encuentro entre Elizabeth Taylor y Richard Burton no fue en el set de Cleopatra, sino años antes, en una fiesta en casa de Stewart Granger. Al otro lado de la piscina, Burton, recién llegado a Hollywood, vio a una joven tan absurdamente hermosa que soltó una carcajada solo con contemplarla. Era una Elizabeth de 19 años, ya consolidada como estrella juvenil de la Metro.
Sin embargo, el verdadero inicio de su romance se produjo en 1962 durante el rodaje de Cleopatra. Una mañana, Burton llegó al plató de Roma con una resaca monumental, y en su primera escena conjunta, temblaban tanto sus manos que Elizabeth tuvo que ayudarle a sostener una taza de café. “Tuve que ayudarle a acercársela a la boca, y eso me enterneció,” recordaría Elizabeth. “Pensé, vaya, pues si resulta que es humano… tan vulnerable, dulce, tembloroso y de risa fácil.”
A partir de ese momento, las resacas y las pasiones serían inseparables en sus vidas. La producción de Cleopatra pasó a la historia como una de las más catastróficas, multiplicándose su presupuesto y duración hasta convertirse en la película más cara del momento. El affaire entre Burton y Taylor, ambos casados en ese entonces, no solo fue el menor de los problemas, sino que atrajo una publicidad sin precedentes a la película. En medio de Roma, a un paso del Vaticano, su adulterio fue propagado a los cuatro vientos.
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