Parecía que todo estaba bien para el gobierno venezolano.
Francisco Torrealba, un alto funcionario del partido gobernante, dijo que estuvo en un centro de mando electoral en Caracas, la capital, el día de la votación del mes pasado, mientras observaba con confianza los monitores conforme se acercaba el final de las elecciones presidenciales.
Los gráficos mostraban que una base de apoyo indispensable para el partido había participado con fuerza en Caracas.
El panorama era muy parecido en otros bastiones tradicionales del gobierno en todo el país, dijo. Esto aseguraba a las autoridades que una combinación de alta participación entre los votantes leales y la supresión del voto para la oposición haría que el presidente autoritario de Venezuela, Nicolás Maduro, lograra la victoria en las elecciones.
“Nosotros estábamos tranquilos”, dijo Torrealba, un legislador veterano y vicepresidente del gobernante Partido Socialista, en una entrevista, al describir el estado de ánimo entre los funcionarios del gobierno durante la votación del 28 de julio. “Hicimos todo lo necesario para alcanzar una buena victoria”.
Lo que pasó después parece haber generado una conmoción sísmica en las expectativas del gobierno.
Los recuentos de votos mostraron que los seguidores del partido gobernante en el sector público y los barrios pobres abandonaron en masa al líder, según los recuentos de votos obtenidos por la oposición. Un desastre electoral se avecinaba.
“Nos traicionaron a nosotros porque nos decían que sí iban a votar por Maduro y ¿qué hicieron? Votaron por la doña”, dijo una activista del partido gobernante en Maracaibo, la segunda ciudad más grande de Venezuela, quien habló de manera anónima por temor a represalias.
El activista se refería a la popular líder de la oposición, María Corina Machado, quien apoyaba al rival de Maduro, Edmundo González.
A medida que los resultados electrónicos llegaban a Caracas, el Consejo Nacional Electoral, controlado por el gobierno, interrumpió de manera repentina la transmisión durante aproximadamente dos horas, según dos personas familiarizadas con lo sucedido. Parece que el retraso, según los analistas, le dio tiempo al gobierno para pasar a un plan B.
Poco después de la medianoche, la autoridad electoral declaró a Maduro ganador, anunciando porcentajes totales de votos que no parecen haberse sustentado en las boletas registradas por el sistema electoral, según muchos analistas, líderes de la oposición y una persona con conocimiento directo de la decisión del organismo electoral.
El anuncio sumió a Venezuela en una crisis política que ha cobrado la vida de al menos 22 personas en manifestaciones violentas, ha generado la detención de más de 2000 personas y ha provocado denuncias en todo el mundo.
El gobierno se ha negado a divulgar algún recuento de votos que respalde la victoria de Maduro. Su reelección ha sido rechazada por Estados Unidos y muchos otros países de América y Europa. También ha sido desacreditada por estudios estadísticos de los recuentos de votos obtenidos por la oposición, incluido uno realizado por The New York Times.
Maduro ha respondido a las críticas redoblando la represión contra la oposición y rompiendo lazos con los países que no aceptaron su victoria.
Las elecciones han hecho que Maduro tenga que lidiar con una de las decisiones más difíciles de sus 11 años de gobierno: aferrarse de manera descarada al poder sin importar el costo o aceptar un acuerdo político que podría debilitar su control del país.
Este reportaje se basa en alrededor de una veintena de entrevistas con funcionarios del partido en el poder, trabajadores electorales, activistas de la oposición y expertos electorales.
Algunas de esas personas están escondidas y muchas hablaron con la condición de mantener su anonimato. Algunas temen verse afectadas por la campaña de represión implementada por el gobierno desde las elecciones, mientras que otras no quieren poner en peligro sus cargos políticos.
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