-911 ¿Cuál es su emergencia? – preguntó el operador.
-Acabo de encontrar una cabeza humana – respondió una voz joven, casi la de un chico, que sonaba trémula.
-¿Dónde?
-Al lado del camino, en el bosque…
Por infobae.com
Como casi todos los días al salir de la escuela, la tarde del 12 de diciembre de 2014 Charles – un nombre de fantasía con que lo bautizó la policía por ser menor –, un adolescente de 15 años, cruzaba un sector del bosque para llegar a su casa en Economy, un pequeño pueblo de Pensilvania. Pocos metros después de atravesar el camino rural, vio al costado del sendero algo extraño que desde lejos le pareció un pequeño animal muerto. Se acercó y se agachó para ver mejor antes de retroceder de un salto: era una cabeza humana, con pelo largo y gris. Corrió de nuevo hasta el camino rural para recuperar la señal de su móvil y llamó al 911.
-¿La tocaste? – lo interrogó el operador.
-¡Nooo! – contestó.
Le indicaron que no se moviera del lugar hasta que llegara un patrullero. Así comenzó un misterio que sigue sin resolverse: el de la cabeza embalsamada de la mujer de Economy, uno de los casos policiales más intrigantes de los Estados Unidos, con pistas tan diversas como las de un rito satánico, una venganza personal, una broma macabra o el tráfico de cuerpos que tuvieron más de un sospechoso y ningún resultado. Casi diez años después y tras seguir decenas de pistas, el resto del cuerpo de la mujer sigue inhallable y, más aún, ni siquiera se le pudo poner un nombre a la persona cuya cabeza fue enterrada, no sin cierta pompa, en el cementerio del pueblo. En la lápida, como es costumbre para los NN en los Estados Unidos, se puede leer: “Jane Doe” y la fecha del hallazgo.
Dos bolas rojas
Los primeros policías en llegar al lugar no se atrevieron a tocar la cabeza para que no se borraran posibles pistas. La manipuló un equipo forense que la recogió con cuidado luego de fotografiar todo el lugar, la metió en una bolsa y la trasladó hasta la morgue en una heladera portátil para conservarla. Esta última fue una precaución inútil, porque lo primero que descubrió el médico policial fue que la cabeza estaba embalsamada. A primera vista también quedó claro que correspondía a una mujer mayor y que había sido cortada con precisión quirúrgica por el cuello.
El embalsamamiento parecía obra de un profesional, pero al levantar los párpados durante la autopsia, se descubrió que, en lugar de los ojos, había dos pelotas de goma de color rojo, muy diferentes a los materiales que los simulan cuando se los reemplaza cuando se embalsama un cuerpo. Se consultó a las funerarias de la región y ninguna utilizaba ese tipo de material.
Poco después, casi por casualidad, uno de los forenses descubrió que los falsos ojos eran juguetes de goma para niños, un tipo de bolas fabricadas en China que se podían conseguir en miles de máquinas expendedoras con el simple recurso de introducir una moneda. La policía preguntó por el origen, pero el consulado chino respondió que los fabricantes de su país hacían tantas pelotas al año que sería imposible saber quién era el fabricante o el importador.
No fue asesinada
En medio de tanto desconcierto, sólo dos cosas quedaron claras. La primera, que la cabeza no había sido arrojada ni había caído del algún vehículo que transitaba por el camino, porque el golpe al caer habría dañado la cabeza – que estaba intacta, sin ninguna marca de golpe – y las bolas rojas habrían saltado de las órbitas. No quedaron dudas de que la cabeza había sido “plantada” cuidadosamente en el lugar. La segunda, que el hallazgo no se relacionaba con ningún homicidio, porque la cabeza había sido cortada de una persona ya muerta y embalsamada.
Los forenses también analizaron lo que bebió antes de morir. Los resultados mostraron agua y que, por los minerales encontrados, la mujer había pasado los últimos meses de su vida en dos áreas de Pensilvania, no lejos de Economy, pero que también podía haber estado en el este de Ohio, en el norte de Virginia Occidental, en Maryland o en Nueva York. Muchos lugares como para encarar una búsqueda bien focalizada.
Las pruebas toxicológicas también mostraron trazas de lidocaína y atropina en su cuerpo, lo que sugiere que sufría de una enfermedad cardíaca y podría haber muerto por esa razón.
En un primer intento por darle una identidad a la dueña de la cabeza, la policía de Economy y de los pueblos aledaños revisaron sus respectivos cementerios para comprobar si alguna tumba había sido profanada, pero la búsqueda no dio resultados.
Las autoridades no quisieron publicar fotografías de la cabeza, por considerar que herirían la sensibilidad del público. En cambio, le pidieron a la artista forense Michelle Vitali que hiciera un dibujo y más tarde una escultura, para distribuir entre los medios de comunicación con la esperanza de que alguien pudiera identificarla.
“Esta es la persona que estamos buscando y la llave de la puerta para encontrarla es su identificación. Solicitamos la ayuda del público”, dijo el fiscal de distrito Anthony Berosh en la conferencia de prensa donde distribuyó los primeros dibujos.
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