Algunos gobiernos de América Latina, afines a la hegemonía venezolana, están tratando de urdir una especie de maniobra para salvar a Maduro.
Lula, Petro y Amlo saben perfectamente lo que ocurrió y ocurre en nuestro país: un fraude burdo y colosal, un autogolpe y la sucedánea violencia represiva en contra de la oposición.
Pero insisten en la referida maniobra. Lula sabe que la salida de Maduro destaparía la olla podrida de sus negociados con la hegemonía.
Petro sabe que se conocerán las estrechas vinculaciones con la guerrilla entre Bogotá y Caracas. Amlo quiere lucirse como un gobernante de paz, a costa de Venezuela.
La posición del chileno Boric ha sido digna. Tanto como indigna es la de Rodríguez Zapatero.
A Corea del Norte, Rusia, China o Irán, les importa poco o nada manifestar su apoyo a Maduro y los suyos. Para el
régimen cubano la permanencia de Maduro es cuestión de vida o muerte.
La más reciente declaración de la Conferencia Episcopal Venezolana, ha señalado que es “éticamente inaceptable” que no se reconozca la verdad de la soberanía popular.
La Casa Blanca es como una gallina sin cabeza, al menos en relación con la tragedia que padece Venezuela. Ojalá que eso cambie de manera decisiva.
La operación salvamento está en marcha. No debe prevalecer. Ya hay “voces prudentes” que la ponderán. No deben prevalecer. Lo que debe prevalecer es la verdad, la justicia y el cambio expresado por la abrumadora mayoría de la población. No hay otra.