Exactamente lo que hace Nicolás Maduro y sus cómplices en contra de los venezolanos, que en su inmensa mayoría, votaron por un cambio.
Los especialistas en este tema dicen que el terrorismo de Estado se manifiesta en diversas acciones, como persecuciones políticas, torturas, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y hostigamiento sistemático.
Un retrato fiel y exacto de lo que ocurre en nuestra nación desde hace tiempo, y que se incrementó luego que se conociera la contundente victoria obtenida por Edmundo González Urrutia, el candidato respaldado por María Corina Machado y la Gran Alianza Nacional, en las elecciones del pasado 28 de julio.
El terrorismo de Estado ha sido una característica recurrente en la historia contemporánea, especialmente durante periodos de represión política y social.
Regímenes autoritarios y dictaduras, como la de Maduro, han utilizado tácticas terroristas para silenciar a la oposición y mantener el control.
El caso venezolano es comparable al terrorismo de Estado aplicado en países como Argentina durante la dictadura militar, donde se implementó un plan sistemático de desaparición de personas, conocido como la “Guerra Sucia”.
Otros ejemplos son los regímenes de Fidel Castro, Raúl Castro y Diaz Canel en Cuba o de Daniel Ortega en Nicaragua, donde la represión se ha empleado para desmantelar cualquier forma de disidencia.
Los regímenes que recurren al terrorismo de Estado utilizan una variedad de mecanismos para intimidar a la población.
Esto incluye el uso de la policía, los servicios de inteligencia y fuerzas militares para llevar a cabo operaciones abiertas o clandestinas.
En el caso venezolano hay que añadir a agentes extranjeros, como cubanos, rusos e iranies; además de organizaciones terroristas del medio oriente y colombianas, asi como de los carteles de la droga.
La propaganda también juega un rol fundamental, demonizando a los opositores y tratando de justificar su violencia como una necesidad.
En Venezuela es cada vez menos efectivo el uso de este tipo de propaganda porque ya nadie les cree.
Quizá por eso es que aquí han optado por la censura amplia y dura, con el cierre masivo de medios de comunicación, bloqueo de redes sociales y persecución de periodistas.
Las consecuencias del terrorismo de Estado son devastadoras y de largo alcance.
No solo generan terror y desconfianza en la población, sino que también desmantelan la estructura social, al crear un ambiente de miedo que inhibe la participación política y la libertad de expresión.
Las secuelas psicológicas y sociales pueden persistir durante generaciones, afectando el tejido social y la salud mental de los ciudadanos.
El terrorismo de Estado es un tema complejo en el ámbito internacional, ya que a menudo los regímenes implicados cuentan con la complicidad del aparato estatal y la falta de intervención efectiva por parte de la comunidad internacional.
Sin embargo, con el auge de los derechos humanos como norma universal, se comienza a ver una mayor condena y una presión internacional para investigar y sancionar estos crímenes.
En el caso venezolano,, salvo muy escasas excepciones, el régimen de Maduro se ha ganado el rechazo y el desprecio del mundo entero.
El terrorismo de Estado representa una grave violación de los derechos humanos y una amenaza significativa para la democracia y la estabilidad social de un país.
Por eso la Corte Penal Internacional conoce de centenares de casos de crímenes de lesa humanidad cometidos por Maduro y sus secuaces, por lo que se espera que en cualquier momento dicte una orden internacional de captura contra ellos.
Reconocer y combatir estas prácticas es crucial para la construcción de sociedades justas y equitativas.
La memoria histórica y la defensa de los derechos humanos son herramientas fundamentales en la lucha contra la impunidad y la promoción de un futuro en el que el respeto y la dignidad sean valores universales.