Este jueves por la noche, en prime time (madrugada española), la vicepresidenta de EEUU y candidata del Partido Demócrata a las elecciones de noviembre, Kamala Harris, concederá su primera entrevista desde que Joe Biden se hiciera a un lado y ella cogiera las riendas de la campaña el 21 de julio. Infinidad de cosas han pasado en estas semanas, incluyendo la nominación formal de su partido o la Convención Nacional que celebraron en Chicago, pero hasta la fecha Harris no se ha sentado con ningún periodista para analizar uno de los periodos más extraordinarios de la reciente política nacional. Lo que en el pasado hubiera sido una anomalía, algo impensable e inaceptable, sobre todo siendo una candidata que aparece ‘tarde’ y necesita cobertura mediática y exposición, es sin embargo un buen reflejo de los cambios en la comunicación, la sociedad de masas y las aspiraciones de los políticos contemporáneos.
Por El Mundo
Harris se sentará con uno de los rostros principales de la CNN, Dana Bash, en horario de máxima audiencia. Pero no estará sola, sino que irá acompañada de Tim Walz, su candidato para vicepresidente. Es una decisión extraña, que los analistas no acaban de entender. Se juntan varios factores. La desconfianza hacia los medios, pues los estrategas demócratas consideran que los grandes periodistas, en busca de equilibrio y sensación de imparcialidad, son muy duros con los candidatos demócratas (con Biden hasta que aceptó retirarse, a Hillary Clinton por los famosos emails desde servidores no seguros) mientras que dejan que Trump a veces divague sin señalar que las cosas que dice no son ciertas, como hizo precisamente en su debate con Biden en tres decenas de ocasiones. A eso se añade la falta de un programa concreto o de respuestas firmes a temas delicados. El miedo a cometer pifias ahora que están en un momento dulce. Y que con la cobertura normal, las redes sociales y la labor de influencers y proxis alternativos llegan a un público que antes era inaccesible sin la prensa.
En los 37 días transcurridos desde que cogió el testigo y desafió a Donald Trump, la palabra que mejor define su candidatura y el sentir entre su equipo y sus filas es entusiasmo. Los demócratas estaban hundidos, sin ninguna esperanza, detrás en casi todas las encuestas y transmitiendo derrotismo desde el desastroso debate (también en la CNN) que Biden protagonizó frente a Trump a finales de julio. El cambio de liderazgo ha sido un revulsivo. Ha vuelto la esperanza, ha entrado dinero a espuertas, las encuestas han mejorado en todos los estados, especialmente los llamados swing o battelground, los que están en liza, plagados de indecisos, y que los expertos en demoscopia no se atreven a decantar todavía.
Pero todo ese impulso, catalizado en la Convención de la semana pasada en Chicago, está acompañado de un silencio atronador. Ni una conferencia de prensa formal o una entrevista, en radio, periódicos o televisión. Lo que molesta a los medios y sobre todo ha dado munición a los republicanos para criticarla, sobre todo al escogido por Trump como su número 2, J. D. Vance. A principios de mes, Harris prometió que su equipo estaba trabajando en ello y al borde del plazo ha cumplido, pero en un formato muy extraño. Por eso está siendo atacada con dureza.
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