Esta frase proferida por la canalla y alevosa voz del régimen impresentable quedará perpetuada en el museo del terror, para que las futuras generaciones conozcan las actuaciones públicas contrarias y reñidas con la esencia de la venezolanidad. Se trata de la sentencia de muerte dirigida al libertario y valiente Franklin Brito, quien supo defender con su vida su pequeña propiedad, no como un fin meramente económico, sino como parte de la libertad y la democracia, elementos indispensables de un sistema republicano.
Me conmueve recordar cómo Sor Esperanza, una monjita salesiana, de edad avanzada, que predica con la vida, realizaba todo tipo de peripecias, tomando varios autobuses, para llegar hasta el Hospital Militar de san Martín, con el fin de visitar y alentar a su querido amigo Brito. Jamás nos olvidaremos también del libertario Oscar Pérez, defensor audaz y osado de la democracia, y que el régimen vesánico asesinó a mansalva en vivo y en directo. Prohibido olvidar.
Lo anterior describe con crudeza el daño antropológico verificado por el ecosistema criminal enquistado en el poder por medio siglo. Consiste en la ruptura del afecto de las comunicaciones entre la familia y el vínculo entre los amigos.
Convirtieron a Venezuela en un erial y Estado terrorista. Desataron la represión, como nunca antes, al conocerse a nivel mundial de su aplastante derrota electoral. Miles de secuestrados y presos, sin motivo alguno y sin derecho a la defensa. Depositados en celdas inhumanas, de por sí constituyen tortura y crueldad absoluta.
Una cúpula desalmada ejerce la violencia y opresión a través de los cuerpos policiales, convertidos en brigadas de la muerte y desapariciones forzadas.
Por cierto, con el periodista Ernesto Villegas solía tropezarme, hace algunos años, en la emisora Jazz 95.5 FM, a la que acudía a grabar mis micros: Voces y Caminos de la Historia. Respetó siempre mi oposición absoluta al régimen. Me pareció un tipo culto, sosegado y con don de gente. Reconozco su gesto de dignidad al decirle a Maduro por televisión que muchos venezolanos de la oposición votaron por amor y no por odio, para que sus familiares regresen.
La solución es que los jerarcas dejen el poder y no la cohabitación. Esta es diferente a la transición, no se cohabita con criminales.
Todo es con esfuerzo. Siempre identificando acciones que apunten al cambio y debiliten al régimen. Siempre construyendo verdaderas capacidades para enfrentar a este enorme enemigo que nos oprime, aplasta y esclaviza. Hay que disponer de medios para la obtención de fines. La espada rápida de la justicia está en camino.
La causa es también moral porque es una lucha entre el bien y el mal. Una batalla entre la sangre y la tortura de los inocentes y la paz con justica y castigo a los criminales. Es una lucha entre la libertad y la opresión. Arrebataron el poder y el derecho de una nación a designar a sus gobernantes. Hay que empujar por todos lados para que se vayan produciendo diferentes quiebres.
¡Libertad para Javier Tarazona, los policías metropolitanos, los comandos de Vente, Rocío San Miguel, Dignora Hernández, Henry Alviarez, Carlos Julio Rojas y los hermanos Guevara! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!