Los representantes de esa abrumadora mayoría, María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, merecen un tributo continuo por su valor y firmeza en la lucha por la verdad.
Igual lo merecen los presos políticos, perseguidos por la represión del poder, y los exiliados que están sufriendo el ensañamiento del despotismo.
Tributo merecen todos los defensores de los valores democráticos y en especial de los derechos humanos, dentro y fuera de nuestras fronteras. ¿Cuántas máscaras se han terminado de caer entre supuestos adalides de la democracia en América Latina?
No merecen sino desprecio. Ojalá que en sus países también se den cuenta de que son unos farsantes.
Tributo merecen los que dicen las cosas como son. Sin disimulo ni ambigüedad. Es la hora de llamar las cosas por su nombre.
Venezuela ansía cambio. Sabemos que sin cambio el futuro será peor que el presente. No cesar en la esperanza de la lucha es el máximo tributo que podemos ofrecerle a nuestra patria.