Federico Black B.: La comunidad internacional sí tiene cómo ayudar a liberar a Venezuela

Federico Black B.: La comunidad internacional sí tiene cómo ayudar a liberar a Venezuela

Para nadie, al menos en la región, es un secreto qué ocurre en Venezuela. Aunque haya gobiernos que se hagan la vista gorda, saben bien que en Venezuela rige una dictadura; también están claros de que el problema no es solo político, sino mucho más complejo.

Desde Venezuela, sale buena parte de la droga que se distribuye en zonas de América Central, México y Europa. De ello hay sobrados registros de autoridades  y agencias antinarcóticos. Hay registros de incautaciones insólitas. En 2013, en París, incautaron 1.3 toneladas de cocaína procedente de Caracas en un vuelo de Air France. La única manera de que esa cantidad de droga hubiera salido por el principal aeropuerto de Venezuela, es con participación y conducta permisiva de autoridades.

En 2018, un informe de la DEA, da cuenta de la Operación Tejón del Dinero, una investigación que tenía como objetivo a docenas de personas, incluido al mandatario del país, Nicolás Maduro.

Wes Tabor, un ex agente de la DEA, apuntó que las medidas unilaterales y encubiertas pueden ser una herramienta eficaz cuando se llevan a cabo con los límites y la responsabilidad adecuadas, especialmente en un país como Venezuela, donde las difusas líneas entre el Estado y el hampa la han convertido en un punto de tránsito ideal para hasta el 15% de la cocaína mundial.

En este mismo contexto, hay sobrados reportajes sobre explotación de uranio y presencia de técnicos iraníes en yacimientos venezolanos. Hugo Chávez firmó acuerdos con Teherán, creando empresas mixtas que, según documentos publicados por medios internacionales, serían fachadas para extracción del mineral que necesitaría Irán para profundizar su programa nuclear.

De acuerdo con Kenneth Rijock, consultor de delitos financieros (sobre nexos narcos en América de Sur y vinculados a lavado de dinero), Caracas y Teherán explotan de manera conjunta minas de aluminio en Venezuela que podrían ser fuente de extracción de uranio en secreto.

El Center for Security Policy de Estados Unidos, además, retomó las investigaciones del ex subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, Roger Noriega, que señaló específicamente una mina de oro creada en 2008 entre la empresa estatal venezolana CVG Minerven y la iraní, también estatal, Impasco. Esta mina se encuentra por encima de la Cuenca de Roraima, donde -se supone- hay un gran depósito de uranio.

Otro factor determinante es que no es reciente el registro registro de presencia de grupos guerrilleros en territorio venezolano, sino que sería el régimen chavista el que les brinda protección a sus líderes, al punto de que el actual proceso de negociación entre el gobierno de Colombia con las disidencias de las FARC, se lleva a cabo en Caracas.

Extracción de oro, contrabando de petróleo y sus derivados, además de una profunda corrupción que ha necesitado estructuras financieras internacionales sumamente complejas que les permitan lavar el dinero, son unas de los factores que también sostienen al chavismo que, durante años, ha ido corrompiendo cada vez más estructuras públicas y privadas en el país.

Entonces, queda claro que el conflicto venezolano no es exclusivamente político, sino que tiene circunstancias que escalan, incluso, a niveles de terrorismo internacional. Razón por la que el chavismo teme dejar el poder, no sólo por el hecho de perderlo, sino porque implica ser procesados judicialmente. Todo ello, sin dejar de lado las graves denuncias sobre violaciones de DD.HH. comprobadas por distintas instancias internacionales y que han sustentado las diligencias del Fiscal Jefe de la Corte Penal Internacional, Karim Khan.

Podría afirmarse entonces, que el chavismo llevó a las instituciones venezolanas, incluidas las fuerzas militares, a ser parte de una organización criminal con repercusiones internacionales. Esto, debe obligar a los gobiernos regionales a poner verdadero interés en cómo solucionar la situación en Venezuela. Por todo lo antes descrito, el chavismo es un peligro no solo para los venezolanos, sino para toda la región.

En Venezuela se ha intentado casi todo. La oposición ha hecho muchos esfuerzos por los caminos democráticos. Pero siempre está el problema de cómo cobrar la victoria, pues todas las instituciones están controladas por el chavismo. A la fecha, no existe alguna que tenga el más mínimo signo de independencia.

Se ha probado la vía de la presión diplomática y económica, aplicando sanciones tanto a altos personeros del régimen, como a unidades económicas como la estatal petrolera PDVSA. Ciertamente estas medidas han tenido relativo efecto dificultando las operaciones, pero, al Venezuela tener alianzas con países como Rusia, China e Irán, siempre logran sortear las medidas impuestas por EE. UU., Canadá y la Unión Europea. (Y el gobierno de Maduro instauró sobre ello una narrativa que ubica en las sanciones la causa de la crisis de servicios públicos, cuyo origen es mucho más estructural y está vinculado a años de desinversión y al colapso del modelo económico del llamado Socialismo del Siglo XXI).

Las protestas sociales en el país no solo no han sido pocas, sino multitudinarias. Pero cada levantamiento social que se ha registrado en Venezuela ha sido aplacado con una represión que ha aumentado su ferocidad. Esto ha sembrado terror en la sociedad que cada vez se cuestiona más en protestar, pues teme, en el “mejor” de los casos, sufrir un encarcelamiento político.

Desde hace algunos años, hay quienes esperan que el mundo actúe respecto a Venezuela, pero que se haga mediante una “intervención militar”, una medida extrema que desde una perspectiva de seguridad no sola para la sociedad venezolana, sino para toda la región, podría pensarse como “justificada”. América tiene al norte de su región del sur, una parcela grande y rica donde existen riesgos potenciales. Sin embargo, el mundo ha cambiado y lo que sucedió en Panamá con Noriega o en Irak con Hussein, no se va a repetir.

¿Qué podría entonces hacer el mundo para ayudar a liberar a Venezuela y disminuir ese riesgo regional? Ofrecer una vía de salida.

Si algo tienen los altos y medios rangos de poder en el chavismo, es dinero producto de casi tres décadas de manejar un estado a su antojo. Dinero, que cada vez pueden disfrutar menos, ya que las sanciones les han dificultado movilizarlo y “disfrutarlo”. Además, sobre alguno de ellos, pesan órdenes de captura en EE. UU. y unas sustanciosas recompensas que superan los USD 10 millones por individuo (la de Nicolás Maduro es de USD 15 millones). Como consecuencia de ello, estas personas han ido desarrollando en Venezuela lugares que les permitan vivir con relativos lujos, pero, con una limitante adicional: la condena social.

Los familiares de los personeros del chavismo no son libres de disfrutar las mieles del poder y del dinero, pues siempre, por más control que tengan del gobierno, temen ser víctimas increpación en lugares públicos, dentro y fuera del país. Y, si hay algo que persiguen quienes tienen poder político y económico, es disfrutar de ello. Entonces, tienen dinero, pero no la libertad de disfrutarlo como alguien libre de pecado.

Entonces ¿Qué pasaría si un bloque de países les ofrece a las cabecillas del grupo la posibilidad de salir de Venezuela sin peligro de persecución y además con garantías?

Tal vez esto genere una presión desde adentro, pero no en los núcleos de poder, sino familiares. Gente que está cansada de vivir, paradójicamente en un país que dominan, escondidos. Tal como le pasa a los cárteles de la droga que tiene cientos de millones de dólares que no pueden utilizar con libertad. Gente que todos los días de su vida se pregunta: ¿Para qué tanto dinero si no lo puedo disfrutar?

Eso sí, la oferta debe ir con una cláusula -y no en letras pequeñas sino muy grandes- que ponga como condición sine qua non que se debe garantizar no solo la entrega del poder, sino una transición pacífica a la democracia. Que se garantice que Venezuela y sus instituciones regresarán al redil de la justicia, la independencia de poderes. Restablecer las estructuras que sustentan un verdadero sistema democrático.

“No puede haber impunidad”, gritarán muchos con sobradas y justificadas razones. Pero acá es donde se debe sopesar el costo del bien común. Recuperar el país y que se pueda comenzar el camino con rumbo a un futuro libre, entendiendo que la única manera de lograrlo es haciendo que quienes hoy tienen al país bajo régimen de secuestro, tengan un boleto de salida.

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